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TEXTOS SOBRE JOSÉ AMADOR DE LOS RÍOS

LA CRÍTICA DE VALERA A LA ‘HISTORIA SOCIAL, POLÍTICA Y RELIGIOSA DE LOS JUDÍOS DE ESPAÑA Y PORTUGAL’

El escritor egabrense Juan Valera publicó en 1877 una crítica sobre la monumental obra de Amador de los Ríos ‘Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal’, en la que analizaba la importancia del libro publicado por el escritor baenense.
Incluimos a continuación el texto completo de esta crítica, a la que se puede acceder a través de la Biblioteca Virtual de Andalucía, en la dirección:

http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/corpus/unidad.cmd?idCorpus=30&idUnidad=391&posicion=1

CRÍTICA DE JUAN VALERA

I

A pesar de nuestros interminables disturbios políticos y de la triste situación de España, no se ha de negar que, en vez de notarse decadencia en las ciencias y en la literatura, florecen éstas en nuestro tiempo como en las épocas más brillantes de la historia patria.

Uno de los principales propósitos de esta nueva publicación, es dar testimonio de tal florecimiento: pero como á más de dar dicho testimonio, queremos contribuir al florecimiento mencionado, nos juzgamos en el deber de no exagerar el mérito y de hacer estricta y hasta severa, justicia á los libros que en estos últimos años se han publicado y que en adelante se publiquen, y á cuyo examen crítico pensamos consagrar mucha parte de nuestras columnas.

El fallo que demos ha de ser razonado y fundado, si bien porque las dimensiones de nuestro periódico no son grandes, trataremos de ser en extremo concisos.

La primera obra que nos toca examinar, es la que lleva por título el que sirve de epígrafe al artículo que ahora escribimos. El Sr. Amador de los Ríos, discreto, infatigable y erudito autor de muchos libros de valor, entre les cuales descuella la Historia crítica de nuestra literatura, había ya publicado en 1848 uno, cuyo título es Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos de España, el cual tuvo en nuestro país y en tierras extrañas éxito tan merecido como lisonjero entre los doctos y los apasionados al estudio de la historia.

El asunto era nuevo é interesante, y estaba tratado con muy imparcial juicio y con selecta y atinada erudición.

El trabajo del Sr. Amador de los Ríos era, no obstante, incompleto: abarcaba demasiado asunto para tan pocas páginas, y no podía menos de tocar con ligereza ó pasar con rapidez y descuido sobre puntos y materias de la mayor importancia. Así, por ejemplo, mientras que el Sr. Amador de los Ríos nos daba muy curiosas noticias sobre poetas y literatos judíos, en cuyas obras, escritas las más en castellano, se nota el influjo de la ciencia y de [Pg. 137] las letras cristianas, dejaba muy en la sombra el gran desenvolvimiento intelectual propio y castizo del pueblo judaico en nuestra península, movimiento cuyas dos más altas manifestaciones, la poesía y la filosofía, suscitaron una serie inmortal de varones eminentes, entre los cuales resplandecen Maimónides, Salomón ben Gabirol, Josef ibn Abitur, Moisés y Abraham ben Ezrá, Isaac ibn Giat, Gehudah ha Leví de Toledo, Bechai ben Josef, Chalfon, Nachum, Moisés ben Nachman, y no pocos otros, de cuyas obras y pensamientos no hubiera bastado un volumen mayor que el de los Estudios para dar la idea conveniente y hacer formar al lector el debido concepto.

Conociendo esta falta el Sr. Amador de los Ríos, y animado, además, por el aplauso obtenido por sus Estudios, citados, celebrados y copiados á veces en escritos posteriores de sabios extranjeros, como Kayserling y Bedarride, determinó dividir en dos partes el asunto, y escribir sobre cada una de estas partes una obra más fundamental y extensa. Una de las partes dará motivo á la Historia científica y literaria de los judíos de España y Portugal, que aun está por escribir. La otra parte ha dado ya motivo á la Historia social, política y religiosa del mismo pueblo, que es la que nos incumbe examinar ahora.

Sentimos tener que empezar por una censura cuya razón no está clara, por lo cual la exponemos con timidez y casi en forma de duda. Nos inclinamos á creer que en el título está de sobra la palabra religiosa. Como lo que distingue á los judíos, lo que ha hecho que no se confundan con otras castas de gentes y naciones después de haber vivido, tantos siglos há, errantes y diseminados por el mundo, es la religión que profesan y su energía y briosa pertinacia para conservarla, claro está que en este sentido toda historia de judíos es historia religiosa. Huelga, pues, dicho epíteto en el título de la obra. Y si por religiosa ha de entenderse otro concepto, determinado y concreto, el señor Amador de los Ríos promete en el título más de lo que puede y debe cumplir, ya que el desenvolvimiento de las doctrinas religiosas de aquel pueblo ilustre no llegará á describirse de un modo satisfactorio sino al tratar con detención y profundidad de sus filósofos y poetas, religiosos todos, ó al menos los más egregios, y cuyas profundas especulaciones ejercieron tanto influjo en la filosofía arábiga, en la escolástica cristiana y en la moderna filosofía europea.

Mejor, pues, en nuestro sentir, hubiera sido hacer la división y dar los títulos á las dos partes de esta manera: Historia religiosa, científica y literaria é Historia social y política de los judíos.

Como quiera que sea, nos parece que la parte [Pg. 139] religiosa de la Historia que rápidamente vamos á examinar, no es la especulativa, sino la práctica y exterior, la que da carácter y consistencia esencialísima al ser social y político del pueblo judío, así en España como en cualquiera otra parte del mundo, sobre todo en épocas de tanto fervor religioso como en la Edad Media.

Entre las prendas estimables que como historiador adornan al Sr. Amador de los Ríos, sobresalen dos que debemos tener muy en cuenta, porque ambas concurren á dar mayor autoridad á su libro, quitándole tal vez en amenidad lo que le añaden en solidez de doctrina. El Sr. Amador de los Ríos tira á narrar y no á probar; se apasiona poco, no tiene una tesis preconcebida que anhele sacar triunfante: es, por lo tanto, imparcial y frío. La otra prenda es la de la circunspección; no atreviéndose nunca nuestro historiador, como hacen otros, á iluminar con la luz de la fantasía y con el falaz hechizo de conjeturas sutiles, los puntos obscuros y los sucesos dudosos, sino ateniéndose á los documentos, sin sacar de ellos, á fuerza de ingeniosidades, lo que no está en la letra ni en el espíritu que contienen.

De esta segunda cualidad da el autor, desde luego, señalada muestra en el primer capítulo de su Historia, donde es muy sobrio de afirmaciones.

Nosotros, que tenemos poca responsabilidad escribiendo á la ligera, ya que no afirmemos, podemos dar como probable la venida á España de muchos judíos desde tiempos remotos. ¿Qué tiene de extraño que en los bajeles tirios, reinando Hiram, aliado de David y de Salomón, viniesen á España israelitas, y hasta que se establecieran en las colonias de los fenicios? Sabido es que en los bajeles de éstos, que hicieron la primera expedición á Ofir, Salomón envió súbditos suyos, y que la parte que le cupo en la ganancia pasó de 420 quintales de oro, sin contar el marfil, el sándalo, los pavos reales, los papagallos y los monos que de allá le trajeron. El comercio de los fenicios con este descubrimiento de Ofir se extendió desde el Indo hasta las costas de la antigua Bretaña. Nada, pues, más verosímil que el que Salomón comerciase con España, como se tiene por seguro que comerció con la India, siempre en compañía y aparcería con su amigo el de Tiro.

Con la misma circunspección y cautela procede el Sr. Amador de los Ríos respecto á sucesivas inmigraciones de judíos en España en la época de Nabucodonosor y en otras posteriores; pero si bien refutando las fábulas á que dichas verosímiles inmigraciones han dado ocasión, nuestro autor se inclina á creer que los judíos vinieron á España antes que los romanos, y aun antes que los cartagineses, [Pg. 141] y que sus colonias se fundaron al amparo de las de Tiro en el Oriente y Mediodía de nuestra península.

Por lo demás, el primer documento fehaciente de la existencia del pueblo judío en España es una lápida sepulcral, mutilada y hallada en Adra. Por el estilo de la escritura calculan los epigrafistas que la inscripción es de principios del siglo III. Debe, con todo, tenerse por cierto que después de destruída Jerusalem por Tito, y desterrados los judíos para siempre de su país por Adriano, fué cuando éstos acudieron en mayor número á establecerse en nuestra patria.

La vez primera que como colectividad se mientan los judíos de España en un documento español, es en los cánones del Concilio de Ilíberis, al empezar el siglo IV donde se da prueba contra ellos de la mayor intolerancia. Desde entonces hasta la invasión de los bárbaros del Norte es de presumir, aunque no conste, que fueron rudamente perseguidos y vejados por los hispano-romanos como deicidas manchados con la sangre del Redentor. Harto indicio dan de esta saña los terribles versos de Prudencio que cita el historiador.

La invasión de los visigodos, que eran arrianos, fué muy favorable al pueblo hebreo, el cual creció con nuevas inmigraciones y se enriqueció y floreció con la tolerancia, protección y favor de aquellos herejes: pero, no bien se celebró el tercer Concilio de Toledo y los visigodos se hicieron católicos, la persecución empezó con gran furia.

Toda esta parte de la historia, una de las más curiosas y obscuras, está magistralmente tratada por el Sr. Amador de los Ríos. De la mera exposición de los hechos se infiere que los judíos, acosados del modo más cruel por aquellos reyes bárbaros, sometidos á una teocracia fantástica, hubieron de conspirar á la caída de la monarquía de Recaredo, y que la dura política de Sisebuto, Chintilla, Recesvinto y Ejica, no pudo menos de dar á los musulmanes, que vinieron contra Don Rodrigo, un auxiliar resuelto y lleno de rencor en el pueblo humillado y atormentado siempre como deicida. La benignidad de Witiza, que por fuerza había de ser efímera, y que tal vez ha valido á dicho rey la malísima nota de que goza, no habiendo sido peor que otros muchos, no podía ya calmar el rencor de los judíos, los cuales recibieron con los brazos abiertos y como libertadores y amigos á los sectarios del Islam.

Desde este momento, la obra del Sr. Amador de los Ríos, contando ya con gran copia de documentos, viene á ser en extremo interesante, aunque tenga que pecar de cierta monotonía, inherente al asunto.

Los judíos, que viven entre los muslimes, como son más inteligentes y sabios, se hacen más ricos. Muchos príncipes confían á un judío el gobierno de su Estado. Este gobierna con habilidad, pero favorece á los de su casta. Los muslimes se hartan del valido y al fin, ó logran que el príncipe le mate ó le despida, ó matan ó destronan al príncipe, acabando luego con el valido. Dado este primer paso, la cólera y la codicia del pueblo se desahogan y satisfacen más aún con la muerte violenta y el saqueo de otros muchos judíos, quienes blandamente y con la tranquilidad de que han gozado, han obtenido un alto grado de prosperidad y han acumulado grandes tesoros.

Esta tragedia, con diversos nombres é incidentes, pero idéntica en lo substancial, se repite con frecuencia, no ya sólo entre mahometanos, sino entre católicos españoles durante toda la Edad Media.

Se diría que los hebreos eran como la alcancía ó hucha viviente de los demás habitantes de España, quienes la iban cuidando y rellenando de dinero hasta que la rompían.

Desde principios del siglo VIII hasta fines del siglo XV, la historia de los judíos españoles está tejida de estas intermitencias de prosperidad y catástrofe, valimiento y persecuciones. El odio sistemático y constante contra los judíos, por meros motivos religiosos, no se declaró resueltamente entre los cristianos españoles, volviendo á adquirir la fuerza de intolerancia que tuvo entre los visigodos católicos, hasta la unión de las dos coronas de Aragón y Castilla.

II

Imposible nos es seguir al historiador en el intrincado laberinto de sucesos, cambios, revoluciones y hundimientos y levantamientos de Estados, que componen nuestra historia de los siglos medios. Baste decir que, al través de ese laberinto, con copiosa y pertinente erudición, exquisita sagacidad y sumo tino, desentraña el Sr. Amador de los Ríos cuanto hay que saber de la condición social de los judíos españoles y de su extraña y varia fortuna. Debe afirmarse, además, que, habiendo sido los judíos una casta de tanto brío intelectual en nuestra Edad Medía, el Sr. Amador de los Ríos, al poner en claro su historia, contribuye eficazmente al esclarecimiento y mejor inteligencia de la general de España en dicho período.

Durante el califato de Córdoba, los judíos, perseguidos á veces por los muslimes, como en tiempo de los visigodos, se rebelaron ó auxiliaron á los rebeldes en algunas ocasiones, pero siempre fueron vencidos, porque su triunfo sólo podía fundarse en la astucia y el saber, y no en la fuerza.

A que se aumentase el saber de los judíos españoles, dió motivo un suceso novelesco, que tiene apariencias de providencial. El famoso rabino Moisés-Hanoch, lumbrera de las escuelas de Oriente, tuvo que emigrar de Sura, á mediados del siglo X, y se embarcó para Italia con su hermosa mujer y su sabio hijo. Ebn Rumahís, almirante de las naves cordobesas, los hizo cautivos. Enamorado el almirante de la hermosa hebrea, la persiguió de suerte que ella se arrojó al mar para salvar su castidad y su honra. El sabio viudo y su hijo y discípulo fueron vendidos como esclavos en la capital del califato andaluz. No presumía nadie que aquel esclavo era un pozo de ciencia; pero un día que el gran rabino Natan explicaba en la sinagoga, el esclavo Moisés se atrevió á pedir la palabra para contradecirle, y dió tales muestras de elocuencia y sabiduría, que los doctores y el pueblo le aplaudieron maravillados. Natan declaró ante el sanhedrín que declinaba los honores de juez y maestro (rabbi dayan), y toda la sinagoga proclamó en seguida para sucederle á Moisés Aben Hanoch, colmándole de honras y presentes.

De este punto parece que arranca el gran florecimiento de la ciencia judaica en España. Con él coincidió también el más alto grado de prosperidad material y política de los judíos, cifrada, durante años, en la larga privanza de Abu Josef Aben Hasdai con Abd-er-Rahman III, el más glorioso de los califas y el primero que llevó dicho título en España, y con Al-Haken, que no sólo heredó el trono, sino también el afecto hacia el sabio judío.

La omnipotencia de éste, si se empleó bien en el califato, contribuyó no menos al brillo y próspera suerte y desenvolvimiento intelectual de los judíos. Hasdai favoreció el cultivo de la filosofía, de la teología, de la poesía y de las ciencias, rodeándose de sabios y poetas, á quienes prodigaba su favor, y como se interesaba tanto por los hombres de su casta, envió una singular embajada en busca de un reino judío independiente que se decía que existía aún en el Asia.

Llamábase este reino de Hazar ó Kasar, y estaba situado á ambas márgenes del Volga, cerca de su desembocadura, entre el Cáucaso y el mar Caspio. La nota del Sr. Amador de los Ríos acerca de esta embajada es interesante por muchos estilos. El rey de Kasar ó Kusar no era judío de raza, sino convertido como todos sus súbditos, y sabido es que sobre los argumentos y razones de que se vale un sabio hebreo para su conversión, compuso más tarde Jehudá ha Leví de Toledo su famoso libro titulado Kusari.

Con la caída del califato no se puede decir que perdieron mucho los judíos que entre los mahometanos moraban. En casi todos los reinos que de la desmembración del imperio vinieron á formarse alcanzaron los judíos gran valimiento con los príncipes y fueron los verdaderos gobernadores y repúblicos. Entre los más eminentes de estos validos descuella el rabí Samuel Leví Aben Hagrela, omnipotente en Granada, mientras reinó Aben Habbús. El hijo de Samuel Leví, llamado Abú Hassain Josef Aben Hagrela, apellido que con una letra menos conservan aún familias ricas de Granada, sucedió á su padre en la privanza, sirviendo á Badis, sucesor de Aben Habbús, hasta que irritados el pueblo y los soldados berberíes contra este privado, menos hábil y prudente que su padre, le dieron muerte cruel, haciendo además horrible matanza y saqueo en los otros judíos granadinos.

Hay quien hace subir el número de los muertos á 1.500 familias.

El mismo fin tuvo en Zaragoza la privanza de Jukutiel con Al-Mondir.

No arredró esto á Abú Fadhel Aben Hasdai, nieto del célebre valido de Abd-er-Rahman III, para que gobernase también el reino de Zaragoza bajo el cetro de Al-Moctadir.

Pero donde más favor y poder alcanzaron los judíos, fué en Sevilla, bajo el reinado del sabio rey y egregio poeta Al-Motamid. Isahac Aben Albalia, Isahac Aben Leon, Nehemías Aben Escafa, y otros, eran los verdaderos señores de Sevilla, con grande escándalo y envidia de los más fanáticos musulmanes. Este encumbramiento de los judíos fué general en todos los reinos de Taifa.

Un muslín de aquellos tiempos dice, y con distintas palabras repiten otros lo mismo, que los judíos percibían las contribuciones, vivían con toda holgura, no había parte en que no mandase uno de aquellos malditos, se vestían magníficamente y sabían todos los secretos de Estado.

Los judíos, además, en aquella época, tuvieron colonias ó pueblos, donde gozaron de grande independencia municipal, formando unas á modo de repúblicas, entre las cuales llegaron varias á la mayor prosperidad en riqueza y cultura, distinguiéndose, sobre todas, la de Lucena, ciudad hoy de la provincia de Córdoba.

Lo mismo que los soberanos de estos reinos de Taifa, se señala en general la época en que vivieron, aun entre los cristianos, por un notable espíritu de tolerancia religiosa y hasta por cierta relajación en las creencias; tolerancia y relajación nacidas, sin duda, del trato frecuente y de la amistad y convivencia de los hombres de tan diversas religiones como entonces poblaban á España. Lo cierto es que, salvo momentáneos períodos de fanatismo, como, por ejemplo, recién venidos los almoravides, hay, por lo común, en toda la España, desde el siglo X al XIII una gran libertad religiosa, que tal vez pudiera fundarse en el indiferentismo. Esta disposición de los espíritus favoreció mucho á los judíos.

Nadie dió muestras más claras de tolerancia y favor para con ellos que Alfonso VI, conquistador de Toledo. Este príncipe, amigo de los muslimes, que se complacía en llamarse emperador de ambas leyes, la de Cristo y la de Islam, protegió también á los sectarios del Talmud, procurando en todo su bienestar y elevación. Los judíos le probaron en varias ocasiones su gratitud, sacrificando por él la hacienda y la vida. En la rota de Zalaca, se cuenta que pelearon valerosamente en el ejército cristiano hasta cuarenta mil hebreos, de los cuales murieron muchos, vendiendo cara la victoria.

El favor concedido á los hebreos, fué en cierto modo aprobado por el papa Alejandro II; esto es, el Papa aplaudió que el rey Alfonso VI salvase á los judíos de ser degollados, porque en todas partes están dispuestos á la servidumbre; pero Gregorio VII escribió una carta al mismo rey Alfonso, en la cual, apartándonos de la opinión del señor Amador de los Ríos, no advertimos contradicción, sino consonancia perfecta con la de Alejandro II, ya que Gregorio VII no dice nada de matar ó de salvar á los judíos, sino que condena que el rey les dé empleos y dominio sobre los cristianos, asegurando que esto es oprimir la Iglesia y exaltar la sinagoga de Satanás, y para dar gusto á los enemigos de Cristo, despreciar al mismo Cristo.

Alfonso VII, otros reyes, y no pocos magnates y grandes señores, se mostraron igualmente favorables á los judíos; pero el pueblo los odiaba, se alzaba en motines contra ellos, y solían á veces matarlos y robarlos.

Lo mismo que en los reinos de Taifa y que en Castilla, acontecía en Cataluña, en Portugal y en Navarra, donde la intolerancia vino de fuera y empezó á recrudecerse con la introducción de los frailes dominicos y franciscanos, con las disposiciones del Concilio IV de Letran, y con los esfuerzos, amonestaciones y quejas del Papa Inocencio III á los reyes de la península, porque no cumplían dichas disposiciones, y tenían cerca de sus personas á judíos, cosa intolerable y que pedía pronta y eficaz enmienda.

En suma, esta afición á los judíos, llegó á costar el trono á un rey de Portugal, acusado por obispos y frailes en el Concilio de Lyon, y depuesto por sentencia pontificia de Inocencio IV.

Ya hemos dicho que nos es imposible dar en tan breve espacio una idea cabal de la obra del Sr. Amador de los Ríos; pero no podemos resistir al deseo de seguir haciendo de ella un ligero extracto.

A pesar de los esfuerzos, en daño de los judíos, hechos por la Santa Sede y los Concilios generales, los reyes de León y de Castilla los favorecieron por mil razones, y en esta política persistieron todos, sin excluir á San Fernando. Los judíos eran entonces un instrumento de cultura y de riqueza, y contribuían poderosamente al desenvolvimiento de la civilización española. Con gran copia de documentos, con el examen de los fueros y cartas pueblas, que con tanta frecuencia se daban entonces, y con las letras pontificias y exposiciones en contra de nuestros reyes, prueba el Sr. Amador de los Ríos, ó, mejor dicho, nos dá los medios de probar, pues él narra y no prueba, que la intolerancia no fué española hasta muy tarde, sino que vino de allende los montes. Hasta de un modo material se patentizó la benignidad de los cristianos españoles con relación á los demás de Europa, cuando vinieron los extranjeros en gran número y como cruzados á combatir en las Navas de Tolosa, á donde, por último, llegaron pocos, quedando sólo para España la gloria de aquel triunfo.

Los cruzados se amotinaron en Toledo contra los judíos, con propósito de robarlos y matarlos, y lo hubieran logrado, si, como dice el Padre Mariana, „no resistieran los nobles á la canalla y ampararan con las armas y autoridad á aquella miserable gente».

Compitió con San Fernando, y hasta le superó en benevolencia para los judíos, el glorioso rey de Aragón D. Jaime el Conquistador, sobre cuyo reinado, en todo lo perteneciente al pueblo judaico, nos da importantes noticias la Historia que examinamos.

Dadas aquella edad de hierro, las continuas quejas y excitaciones del clero regular y secular, y las amonestaciones de la Santa Sede, no se puede imaginar mayor tolerancia y hasta libertad de conciencia que las que en los fueros de Aragón, de Valencia y en otras leyes de D. Jaime resplandecen.

En su tiempo, empezaron en el Reino de Aragón las famosas controversias públicas entre frailes y rabinos, acerca de la verdad de las respectivas religiones. Heine, el egregio poeta judío-alemán, ha popularizado una de estas conferencias, refiriéndola de un modo harto burlesco en un gracioso romance. De las dos que describe y cuenta el señor Amador de los Ríos, es la segunda en extremo notable por varias circunstancias.

Sostenedor de la ley de Moisés contra la de Cristo fué en aquel certamen el rabino Ben-Astruch, quien, como era natural, pidió que le declarasen irresponsable de todas las ideas, palabras y razones, que emitiese en la disputa.

El rey otorgó dicha irresponsabilidad, licentia dicendi omnia quacumque vellet in ipsa disputatione, y con esta licencia, en el palacio real de Barcelona, disputó el judío con un fraile, ante un gran concurso de teólogos, caballeros y damas. El obispo de Gerona, después de terminada la disputa hablada, pidió al rabino Ben-Astruch, que escribiese en un libro lo que de palabra había dicho; y el rabino, pedida y otorgada para escribir la misma venia que obtuvo para hablar, escribió su apología y la remitió al obispo.

Pero este y otros prelados y frailes, olvidada la venia concedida, trabajaron por condenar por blasfemo al rabino, y tuvo el rey que armarse de toda su entereza para sacar á salvo al judío y la palabra que le había dado. Hasta el Papa Clemente IV, en carta que escribió al rey, felicitándole por la conquista de Murcia, no disimula su enojo porque había quedado impune Ben-Astruch.

Con la muerte de D. Jaime perdieron los judíos un generoso protector y un firme escudo, del cual empezaban á tener más necesidad que nunca, pues con las predicaciones de dominicos y franciscanos se iban aumentando cada vez más en la plebe la animadversión contra ellos, estallando ésta en frecuentes tumultos que terminaban con la muerte de la prole de Israel.

Ya en el débil, aunque sabio rey Alfonso X, se nota el influjo de las predicaciones de dominicos y franciscanos y de las prescripciones canónicas contra los judíos; y aunque se vale de ellos para sus empresas científicas y para el gobierno de su hacienda, los veja, los difama y los ofende á menudo, así en sus escritos como de obra.

Tal es, en resumen harto conciso, lo que contiene el tomo I de la Historia de los judíos, la mejor en nuestro sentir del fecundo escritor y catedrático de esta Universidad central.

En correspondientes artículos sucesivos examinaremos los tomos II y III.

Entre tanto, nos creemos en el grato deber de recomendar á los doctos y curiosos la adquisición y estudio de un libro, lleno de noticias, escrito con elegancia, pensado con discreto y nada parcial juicio, y fundado en el estudio detenido y diligente de todos los documentos y fuentes históricos.

Los tres tomos, de cerca de 600 páginas cada uno, están lujosa y elegantemente impresos por Fortanet, á expensas del Sr. Dorregaray.

Madrid, 1877.

CUADRO AMADOR CUADRADO

LA ALMAZARA QUE REIVINDICÓ UNA CULTURA

REPORTAJE

LA ALMAZARA QUE REIVINDICÓ UNA CULTURA
Los hermanos Núñez de Prado tomaron una decisión hace 25 años que cambió la forma de entender el olivar al unir tradición y calidad Fueron llamados los ‘Rolls Royce’ del aceite

F. EXPOSITO 13/01/2014 (DIARIO CÓRDOBA)
Hace 25 años no existía en los mercados el aceite Núñez de Prado. La séptima generación de esta familia olivarera tomó una insólita decisión en 1989 que supuso un cambio sustancial en el entendimiento del cultivo milenario en Córdoba y en Andalucía. «Nos dimos cuenta de que teníamos que salir fuera de España y comenzamos a comercializar la marca Núñez de Prado. Teníamos un molino clásico y empezamos a envasar de manera tradicional en frascas madrileñas la flor del aceite. Queríamos conseguir el precio que debía tener nuestro aceite, no el que nos pagaban», asegura Francisco Núñez de Prado, uno de los hermanos de esta familia baenense que ha llevado el nombre del virgen extra cordobés a los lugares más lejanos del mundo cuando en las estanterías solo aparecían los aceites españoles envasados por italianos. Poco después decidieron abrir su histórica almazara a las visitas turísticas. «Constatamos que había muchas personas que querían conocer el origen del cultivo mediterráneo y cómo se extraía el zumo de la aceituna», explica Francisco Núñez de Prado. «El aceite era un desconocido. No se sabía explicar bien su uso, las propiedades saludables que tenía o que el olivar era un bosque que limpiaba de CO2 la atmósfera», añade el empresario. Así fueron llegando cada vez más turistas, muchos de ellos de Japón y Estados Unidos, mercados por los que apostaron desde el comienzo. «La visita era en español, francés e inglés. Nos adelantamos sin darnos cuenta en el sector del aceite de oliva, cuando en otros productos como el vino ya lo venían haciendo desde hacía muchos años», recuerda.

Atrás quedaba la decisión de su padre de cerrar el molino familiar a finales de los años sesenta. Hasta 1982 los cuatro hermanos no decidieron reabrir la almazara. La peculiar botella cuadrada comenzó a aparecer en los medios de comunicación más importantes de España y del extranjero. El antiguo molino se abría a los ojos sorprendidos de los visitantes, que podían observar cómo se hacía el prensado de la aceituna mientras disfrutaban del tradicional desayuno molinero en el que, como no podía ser de otra manera, el aceite era el rey de los ingredientes, ese zumo que, como indica siempre Francisco Núñez de Prado, «potencia sin cambiar el sabor natural de los alimentos». La almazara baenense, situada en pleno centro del municipio, es hoy uno de los grandes tesoros del patrimonio industrial español. En estos 25 años su innovadora decisión de unir tradición con calidad, al mismo tiempo que enseñaba las raíces de la cultura mediterránea a través de la aceituna, fue reconocida con numerosas distinciones. En el camino quedó su hermano Andrés, que ahora da nombre al premio de investigación en agricultura ecológica más importante que se entrega en Andalucía.

NOTA: La imagen fue tomada en 1997 y recoge a los cuatro hermanos Núñez de Prado, en la histórica bodega de la almazara baenense.

Almazara

EL MIRADOR QUEBRADO DE MADRE DE DIOS

UNA HISTÓRICA IMAGEN DEL FOTÓGRAFO E HISTORIADOR RAFAEL RUIZ ARJONA

La fotografía fue tomada por el fotógrafo e historiador baenense Rafael Ruiz Arjona desde la plaza del Castillo de Baena. Lo curioso de la imagen es la ausencia del mirador, que no fue reconstruido hasta hace unas décadas después de permanecer muchos años derruido tras la guerra civil. Ésta será una de las fotografías que integrarán la serie sobre la Almedina que expondrá el Grupo Cultural Amador de los Ríos en el mes de marzo. La muestra está dedicada a uno de los últimos fotógrafos de la familia Ruiz. Precisamente, de esta exposición que estaba preparando y de la documentación que recopiló para documentar la muestra que iba a exponer en la ciudad surgió su libro ‘Baena testimonios de su historia’. Él mismo cuenta cómo surgió esta colección de fotografías que se expondrán a partir de marzo: “En 1970 pensé en hacer una exposición de la Almedina de Baena basada en la colección de fotografía que había realizado de dicho barrio, para ilustrarlas con algún texto nuevo sobre la historia visité durante algún tiempo la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico Nacional buscando documentación. Fue tal la cantidad que apareció que desbordó el proyecto y surge el primer libro en 1986 (“Baena testimonio de su historia”), que editaron el Ayuntamiento de Baena, la Diputación Provincial de Córdoba y Cajasur. Es el inicio de mis trabajos sobre nuestra tierra, lo que fui alternando con artículos periodísticos, un tiempo que compatibilizaba trabajo, horas extraordinarias en una imprenta en época difícil en el que había que pagar piso y sacar tiempo para la investigación en la que aún sigo, en este tiempo de esfuerzo existía un binomio que no sé cómo calificar “mucho trabajo y poco dormir”.

Rafael Ruiz Arjona nació en Baena el 20 de octubre de 1936. A muy temprana edad asistió al colegio de monjas de Santa Marina, teniendo de profesora a Sor Paula; posteriormente, en el grupo escolar Juan Alfonso de Baena, sus profesores fueron Antonio Candel López, Manuel Rodríguez Zamora y Juan José García Toro. En 1965 emigró a Madrid, donde reside en la actualidad en el municipio de Leganés.

Comentario: F. EXPÓSITO

Mirador

PERSONAJES BAENENSES DEL SIGLO XX ANTONIO RAMOS ASENSIO: EL PROTECTOR DEL ARTE

DURANTE 50 AÑOS SE CONVIRTIÓ EN UNO DE LOS GRANDES DEFENSORES DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO DE BAENA Y SUS ESFUERZOS FUERON ÍMPROBOS PARA LA RECUPERACIÓN DE LA IGLESIA DE MADRE DE DIOS Y DE SANTA MARÍA LA MAYOR.

Por FRANCISCO EXPÓSITO (*)
La figura de Antonio Ramos Asensio quedará unida a la recuperación del convento de Madre de Dios y a la restauración de la iglesia de Santa María la Mayor y la Virgen de la Antigua. Este gaditano, nacido en 1896 en Isla Cristina, se convirtió durante el siglo XX en uno de los grandes protectores del patrimonio local tras fijar su residencia en Baena al contraer matrimonio con Julia Eguílaz Santaella y participar de manera significativa en la actividad cultural de la localidad a través de la sociedad Amigos del Arte. Como reconoce el propio Antonio Ramos, en un artículo firmado en la revista ‘Tambor’ en enero de 1968, su llegada a Baena se produjo en noviembre de 1920, cuando visitó el convento de Madre Dios y la “ingente e impresionante” iglesia de Santa María la Mayor. En aquella primera estancia quedó sorprendido de la riqueza del templo y descubrió la imagen de la Virgen de la Antigua, que presentaba un gran deterioro. Años después sería la recuperación de esta imagen gótica uno de sus grandes retos. “Pasé de una a otra capilla y casi en la última hallé a la Celeste Señora sobre el suelo, carente de su mano derecha, y con su divino Hijo mutilado y maltrecho en completo abandono, pero era tanta su arrogancia y esbeltez, y tal la riqueza de sus paños –y ello en piedra– y su expresión tan bella y profundamente sentida, que el impacto que hizo en mí no permitió que jamás se apartara de mi pensamiento, y tantas cuantas veces yo tuve la fortuna de pisar la parroquia, me recreé en su hermosura…”, escribiría.

En 1924 emprendió la primera suscripción para la recuperación del convento de Madre de Dios y en 1956 impulsó otra recaudación popular que permitió reconstruir la iglesia deteriorada por los sucesos de la Guerra Civil. Esta actuación permitió que la comunidad de religiosas dominicas se instalara en el convento.
El investigador José María Ocaña Vergara publicaría un artículo en el ‘Diario Córdoba’ del 21 de agosto de 1971 en el que destacaba la labor de Ramos Asensio como protector del arte: “Su enorme afición hacia todo lo que es arte, hace que don Antonio Ramos Asensio se sienta extasiado, ante unas ruinas milenarias, como ante una escultura medieval. Su fina sensibilidad artística apreció el inconmensurable valor de la escultura de Nuestra Señora de la Antigua, y bajo la dirección del rector de la Universidad de Sevilla sufragó todos los gastos para que el pueblo baenense pudiese admirar una de las joyas más notables del arte español medieval. Sin embargo, la gran obra del Sr. Ramos Asensio es la reconstrucción de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor. Su celo y amor han logrado para este monumento los títulos histórico y artístico como desde ahora se le reconocerá en todos los estudios históricos…”.

Sus esfuerzos para proteger Santa María la Mayor serían reconocidos en el año 1971 por el Ayuntamiento de Baena, que lo nombró hijo adoptivo y le entregó la medalla de plata de la ciudad. El Pleno, presidido entonces por Melchor Castro Luque, inició la tramitación el 20 de julio de 1970. La Dirección General de Administración Local informó favorablemente “por considerar que concurren méritos más que suficientes para hacerle acreedor de esta justa distinción y en premio a sus desvelos hasta conseguir que nuestra iglesia de Santa María la Mayor se reconstruya”. El pleno del 17 de junio de 1971 acordó, en segunda convocatoria, su nombramiento. En el acta se destaca “la continuada labor del Sr. Ramos Asensio, ejercida durante más de treinta años y encaminada a la reconstrucción de la iglesia de Santa María la Mayor, cuya reconstrucción se ha conseguido iniciar recientemente”. El nombramiento se publicó el 5 de julio de 1971 en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP). Un día después remitió al alcalde una carta en la que mostraba su agradecimiento por la distinción: “No sé cómo agradecer este paso que Baena, representada por el Ayuntamiento, me concede, ya que tanto llevo recibido y aunque mi ansia de servirla ha perdurado en mí siempre, me parece tan excesiva tan alta concesión, que me considero largamente recompensado como ya demostraré el día que se me haga entrega de los dos nombramientos”.

Rafael Ruiz Arjona, en su libro ‘Baena: testimonios de su historia’, también destacaría los esfuerzos realizados por Ramos Asensio en la restauración del patrimonio baenense, tanto en Madre de Dios como en Santa María la Mayor. “Pero Baena –escribe– había entrado a analizar lo que se perdía, y empezaron las consultas y aportaciones aunque de escasa cuantía, el camino era largo y penoso, gracias a personas sensibles y enamoradas del arte como don Antonio Ramos (esposo de doña Julia Eguilaz, antigua y querida alumna de Sor Inmaculada), pudo conseguir que las autoridades con su aportación, se arreglase la techumbre del coro a fin de evitar una pérdida irreparable, artesonado del coro y su artística sillería, librada de las llamas de los enconos bélicos de la contienda del 36. Este mismo señor de inmortal memoria se ocupó de cubrir la verja de la iglesia, recoger todos los cuadros del altar mayor y ordenar el comienzo de la restauración”. Ruiz Arjona considera que la recuperación de Santa María la Mayor se debió “tal vez, al tesón y fe de don Antonio Ramos”, para lo que involucró a personalidades de las artes y la cultura e implicó a su consuegro José María Pemán.

Antonio Ramos fue académico de la Real Academia de Córdoba y de Sevilla, medalla de plata de Baena y Montilla. En el número de enero y febrero de 1973 de la revista ‘Tambor’ se recogía un pequeño homenaje de esta publicación al que entonces era su presidente: “Como homenaje a nuestro presidente, don Antonio Ramos Asensio, insertamos una fotografía de los trabajos de reconstrucción de la Iglesia Mayor, ya que, gracias a su tesonera labor, esta reconstrucción será posible”. Los Amigos del Arte, tras finalizar su mandato como presidente, cuando ya estaba muy enfermo, aprobaron nombrar a Antonio Ramos presidente perpetuo, a sugerencia de Juan Antonio Bailén. “A continuación el Sr. Bailén propone que en reconocimiento a los méritos contraídos con la Sociedad, ésta lo manifiesta nombrándole presidente de honor perpetuo, a lo que la asamblea accede por unanimidad”, señala el acta de la reunión celebrada el 15 de febrero de 1973 por los Amigos del Arte.

En un emotivo artículo de Juan Antonio Bailén publicado en 1973 en la revista ‘Tambor’, el cronista disertaba sobre la importancia del protector del patrimonio baenense tras producirse su fallecimiento. “Llevaba un año preparado, esperando su última hora. El tiempo que ha durado su penosa enfermedad”, cuenta Bailén, que recoge su esfuerzo para recuperar la iglesia de Santa María la Mayor: “Incansable en sus viajes a Madrid, incansable en su correspondencia con los personajes que podían salvar nuestra joya arquitectónica hasta conseguir la declaración oficial de Monumento Histórico Artístico. Ese día lloró emocionado al ver que su esfuerzo había hallado eco en los organismos oficiales… Por todo esto y muchísimo más, Baena ha perdido un hijo ilustre. Y la Sociedad Cultural Amigos del Arte, un gran presidente. Y la revista ‘Tambor’ un gran pilar. Sí, su muerte, ha sido una pérdida irreparable. Somos muchos los que estamos de luto porque somos muchos los que le debemos algo”.

(*) Texto extraído del libro ‘Personajes baenenses del siglo XX’.

A Ramos Asensio

EL AÑO DE EL GRECO

La revista El Cultural dedicó un amplio reportaje sobre la figura del pintor Domenikos Theotokopoulos, más conocido como El Greco. Este año se celebra el cuarto centenario de su fallecimiento. Os incluimos el inicio del artículo y los enlaces para acceder al texto completo.

«EL GRECO, UN GENIO ERRANTE
Por Carmen Garrido
Comienza el Año Greco que viene para conmemorar los 400 años de la muerte en Toledo de su artista más universal: Domenikos Theotokopoulos falleció el 7 de abril de 1614 y ahora la ciudad se prepara para rendirle homenaje. Un original concierto de campanas a cargo de Llorenç Barber inaugura el 18 de enero los actos que organiza la Fundación Greco 2014. Entre las citas principales, la que será (sorprendentemente) la primera gran exposición del pintor en la localidad donde transcurrió la mitad de su vida, El griego de Toledo en el Museo de Santa Cruz (en marzo), y El Greco y la pintura moderna en el Museo del Prado (en junio). Y para saber un poco más de este “genio errante” hemos pedido a Carmen Garrido, conservadora del Prado y especialista en el pintor, que nos trace un completo perfil del maestro. Ella ha seleccionado y comentado también los diez cuadros esenciales. José Riello nos acerca al contexto histórico y social en el que se desarrolló su vida y Fernando Marías repasa la influencia de su pintura a lo largo de estos cuatro siglos. Aquí está todo El Greco (…)».

Os incluimos los enlaces:
http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/33881/El_Greco_un_genio_errante

http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/33882/Un_raro_autodidacta

http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/33883/El_Greco_entre_aguas_turbulentas

El Greco

¿OCUPA LA ESTATUA DE AMADOR EL MEJOR LUGAR? OS PREGUNTAMOS PARA QUE DEIS VUESTRA OPINIÓN

Por José-María Casado Raigón (*)
Apoyo la razonable iniciativa de que se traslade la estatua de José Amador de los Ríos a la Plaza de la Constitución por la entidad del personaje y el trato que la historia, hecha vida cotidiana a través del recuerdo, debe concederle. A mayor abundamiento, el reconocimiento que Amador de los Ríos recibe con su nombre en uno de los principales se ve mermado, puesto que la referida calle ha sido y será conocida entre los baenenses como calle Llana.
Amador de los Ríos tiene una significación real y no coyuntural, y no puede ser tratado con oportunismo o componendas.

(*) José-María Casado Raigón es catedrático de la Universidad de Córdoba y decano del Colegio de Economistas de Córdoba.

Plaza Ayunt

¿OCUPA LA ESTATUA DE AMADOR EL MEJOR LUGAR? OS PREGUNTAMOS PARA QUE DEIS VUESTRA OPINIÓN

Por Manuel Piedrahita Toro (*)
Hola Paco, leí por encima el texto sobre la ubicación de la estatua de José Amador de los Ríos. Lo primero que se me ocurrió es que no estuviera en el suelo, pero naturalmente sabiendo de antemano que no estarían en esa posición tan “rara” por no decir otra cosa. Hoy, al leer la respuesta de Marivi Ruiz de Prado me ha surgido la duda “hamtleniana”, ser o no ser. Estar o no estar en el antiguo Paseo. ¿Donde se pondría? Creo que ya estuvo ahí pero en varios sitios. ¡Que manía de cambiarla! Tengo una foto (yo muy niño junto a militares .Debió ser finales de la Guerra Civil), sentado junto a la estatua, de espaldas a la Casa del Monte, pero con una base amplia, ajardinada: o sea con cierta dignidad. En ese lugar ya no se puede poner: pasa la calle hacia la Carrera. ¿En el centro de la Plaza? Tampoco, a no ser que se hiciera una obra de envergadura. Frente al Casino hay escaleras.

El lugar cuando se instaló por vez primera, era el mejor y el más adecuado. Pero ahora con la nueva estructura, no lo veo claro. Hay cierta lógica al colocar la estatua en el sitio actual. La calle Amador de los Ríos. Sobra que se permita aparcar coches en un lugar tan estrecho. Un error. Y otro error es que se “tapa” parte del grupo escultórico con esos coches. ¿Cómo no vieron ambas cosas los encargados de la mudanza? En resumen, cuando se realizó la nueva estructura de la Plaza de la Constitución, se debió tener en cuenta la estatua para ubicarla convenientemente e insisto, con cierta dignidad arquitectónica teniendo muy en cuenta la estética. Esas estatuas a pie de calle, ¡qué horror! Se optó por la mudanza con cierta lógica pero nada más.Y ahora, ¿qué hacer?

(*) Manuel Piedrahita Toro es periodista.

Debate A de los R

¿OCUPA LA ESTATUA DE AMADOR EL MEJOR LUGAR? OS PREGUNTAMOS PARA QUE DEIS VUESTRA OPINIÓN

Por Francisco Nieva (*)
Entiendo que el lugar donde está actualmente, en la confluencia de las dos calles principales de la ciudad y precisamente en la calle que lleva su nombre, no es menos relevante. Joaquín del Pino está en el Llano y Valverde y Perales en la Plaza Vieja. Tampoco veo que haya que comparar personajes ni considero trascendente convertir la Plaza de la Constitución en un museo de viejas glorias.

(*) Francisco Nieva es miembro del Grupo Cultural Amador de los Ríos y exprofesor de la SAFA.

Nota: La fotografía se publicó en la revista ‘Mundo Gráfico’, en 1916, antes de su colocación en el Paseo.

Opinion monumento A de los Rios

Adiós a Anselmo Rabadán

Se nos ha ido Anselmo, aquel chiquillo al que todos admirábamos por sus espaldas anchas y su afán deportivo, que sabíamos que se hacia las pesas con latas de cemento fresco puestas a secar, aquel magdaleno que ponía su corazón y su alma tocando el tambor, o aquellas reuniones que hacíamos en Navidad en los chiringuitos que organizábamos los amigos, o como gerente de la cooperativa o …..

Este inicio de año 2014 siento un vacio inexplicable, no, la verdad es que no trataba a diario con Anselmo, es más que pasábamos años sin vernos porque la vida se ha empeñado en ponernos lejos, pero no lo suficientemente lejos para no saber el uno del otro, aun así, tengo frio en el alma y siento su pérdida, es algo visceral que no tiene demasiada explicación, pero que está ahí.

Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa, larga paz a tus huesos…

Y aquí dejas a Paqui, a tus hijos, a tus hermanos y amigos tremendamente tristes. Si, sabiendo que todos seguiremos el camino que tu inicias, pero un poco perdidos sin saber qué camino tomar y lamentando inmensamente tu pérdida

Anselmo RAbadanRicardo Ávalos Burgos

LOS MEJORES LIBROS DE 2013 PARA ‘BABELIA’

Como sucede con el ránking de ‘El Cultural’, el suplemento cultural ‘Babelia’, de ‘El País’, selecciona también la novela de Rafael Chirbes, ‘En la orilla’, como el mejor libro de 2013. La clasificación distingue por géneros. Os incluimos el listado de ‘Babelia’:

NARRATIVA EN ESPAÑOL
1. En la orilla. Rafael Chirbes. Anagrama.
2. Intemperie. Jesús Carrasco. Seix Barral.
3. Las reputaciones. Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara.
4. Técnicas de iluminación. Eloy Tizón. Páginas de Espuma.
5. El héroe discreto. Mario Vargas Llosa. Alfaguara.

NARRATIVA TRADUCIDA
1. Limónov. Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama.
2. Canadá. Richard Ford. Traducción de Jesús Zulaika. Anagrama.
3. Mi vida querida. Alice Munro. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Lumen.
4. 14. Jean Echenoz. Traducción de Javier Albiñana. Anagrama.
5. Operación Dulce. Ian McEwan. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama.

POESÍA EN ESPAÑOL
1. Obra completa (1935-1977). Blas Otero. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
2. Escritos en la corteza de los árboles. Julia Uceda. Fundación José Manuel Lara.
3. Insumisión. Eduardo Moga. Vaso Roto
4. Nueva York después de muerto. Antonio Hernández. Calambur
5. Limbo y otros poemas. Ada Salas. Pre-Textos

POESÍA TRADUCIDA
1. Libros proféticos I. William Blake. Trad. de Bernardo Santano. Atalanta.
2. La huella de la mariposa. Mahmud Darwix. Trad. Luz Gómez García. Pre-Textos.
3. Illuminations. Arthur Rimbaud. Trad. de Xoán Abeleira. Bartleby.
4. Serena ciencia. Jorge de Sena. Trad. de Martín López-Vega. Pre-Textos.
5. Poesía completa. Anne Sexton. Trad. de José Luis Reina Palazón. Linteo.

ENSAYO EN ESPAÑOL
1. Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral.
2. Sociofobia. César Rendueles. Capitán Swing
3. Las historias de España. José Álvarez Junco (coord.). Crítica / Marcial Pons.
4. Necesario pero imposible. Javier Gomá Lanzón. Taurus.
5. El futuro es un país extraño. Josep Fontana. Pasado & Presente.

ENSAYO TRADUCIDO
1. Lección de anatomía. Danilo Kis. Trad. de L. F. Garrido y Tihomir Pistelek. Acantilado.
2. 1914. De la paz a la guerra. Margaret MacMillan. Trad. de José A. Vitier. Turner.
3. El laberinto junto al mar. Z. Herbert. Trad. de A. Rubió y J. Slawomirski. Acantilado.
4. Muerte aparente del pensar. Trad. de Isidoro Reguera. Peter Sloterdijk. Siruela.
5. Una historia natural del piano. Stuart Isacoff. Trad. de Mariano Peyrou. Turner.

BIOGRAFÍA EN ESPAÑOL
1. Luis Buñuel, novela. Max Aub. Cuadernos del Vigía.
2. Largo Caballero, el tesón y la quimera. Julio Aróstegui. Debate.
3. Solsticio. José Carlos Llop. RBA.
4. Miseria y compañía. Andrés Trapiello. Pre-Textos.
5. La gran ventana de los sueños. Fogwill. Alfaguara.

BIOGRAFÍA TRADUCIDA
1. Luis Buñuel, novela.Max Aub. Cuadernos del Vigía.
2. Largo Caballero, el tesón y la quimera. Julio Aróstegui. Debate.
3. Solsticio. José Carlos Llop. RBA.
4. Miseria y compañía. Andrés Trapiello. Pre-Textos.
5. La gran ventana de los sueños. Fogwill. Alfaguara.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/12/20/actualidad/1387537870_757699.html

Cultura

LAS MEJORES NOVELAS DE 2013 PARA LA REVISTA ‘EL CULTURAL’

Os incluimos a continuación el ránking elaborado por la revista ‘El Cultural’, con las novelas más destacadas del año 2013. Los críticos de esta publicación han seleccionado como la mejor novela ‘En la orilla’, de Rafael Chirbes. Ésta es la clasificación:

1. En la orilla. Rafael Chirbes
Anagrama. Barcelona, 2013. 437 páginas, 19’90 euros, Ebook: 10’99 e.

2. La habitacion oscura. Isaac Rosa
Seix Barral, 2013. 248 pp., 18 e. Ebook: 9’99 euros

3. Técnicas de iluminacion. Eloy Tizón
Páginas de Espuma. 163 pp. 16 e.

4. Intemperie. Jesús Carrasco
Seix Barral, 2013. 219 páginas, 16’50 euros. E-book: 9’49 euros

5. El héroe discreto. Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2013. 390 páginas. 19’50 euros

6. Daniela Astor y la caja negra. Marta Sanz
Anagrama, 2013. 267 páginas. 16’90 euros. Ebook: 12’34 euros

7. Los ingenuos. Manuel Longares
Galaxia Gutenberg. 288 pp. 18 e.

8. La sed de sal. Gonzalo Hidalgo Bayal
Tusquets. Barcelona, 2013. 328 páginas, 18 euros

9. Siempre supe que volvería a verte Aurora Lee. Eduardo Lago
Malpaso. 286 páginas, 22 euros

10. Las reputaciones. Juan Gabriel Vasquez
Alfaguara. 117 pp., 17 euros

Os incluimos el enlace para acceder al listado y al comentario:
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/33857/De_cenizas_y_heroes

El Cultural

2013: EL AÑO QUE CELEBRAMOS EL CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE FRANCISCO MARÍA VALVERDE Y PERALES

En las próximas líneas sintetizaremos la conferencia que impartimos el 19 de enero de 2013, bajo la organización del Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena y con la colaboración del Grupo Cultural Amador de los Ríos, sobre la figura del militar, escritor e historiador Francisco María Valverde y Perales, fallecido el 7 de julio de 1913.

Por FRANCISCO EXPÓSITO

En las próximas líneas trataremos de sintetizar la importancia de Valverde y Perales para nuestra historia local, el valor y la actualidad de sus investigaciones y por qué hay que recuperar su trayectoria. En Francisco Valverde y Perales encontramos a uno de los baenenses más influyentes de la localidad por la trascendencia que tendría su investigación histórica sobre los orígenes y la evolución de la antigua villa, pero también para descubrir a algunos de los personajes más destacados de la localidad. Su Historia de la Villa de Baena hay que considerarla como una de las grandes obras temáticas de la primera mitad del siglo XX en la provincia. Esta faceta como historiador hay que complementarla además con sus destacadas investigaciones arqueológicas.

Algunos artículos biográficos aparecidos tras la muerte de Valverde y Perales aseguraban que “Paquillo el Molinero”, como era conocido en la época, llegó a los 18 años sin apenas saber leer y escribir. Sin embargo, esta hipótesis hay que descartarla, como se encargará de demostrar José María Ocaña Vergara, que defendió en 1976 una tesis doctoral sobre Valverde y Perales en la Universidad de Granada. Ocaña Vergara aseguró que Valverde y Perales “asistió a la escuela pública y en ella se distinguió desde muy temprana edad por su asiduidad y constancia que lo convirtieron en el modelo de sus compañeros y en la admiración de sus maestros (…). Su afición al estudio aumentó sin cesar y ello indujo a su familia a pensar hacer cuantos sacrificios fueran necesarios para labrar un porvenir mejor a su hijo”. Como solía ser habitual en la época, la cultura autodidacta era determinante en la formación de muchos destacados intelectuales y artistas. Y así sucedió con Valverde y Perales.

Francisco María Valverde y Perales nació en la Plaza Vieja el 1 de octubre de 1848 en el seno de una familia humilde y trabajadora. Fue bautizado en la iglesia de Santa María la Mayor. Asistió a la escuela pública, destacando por su inteligencia y su constancia en los estudios. Compaginó sus estudios mientras ayudaba a su familia en el sustento. En Córdoba intentó continuar su formación mientras trabajaba, aunque no pudo culminar su instrucción, por lo que marchó a Sevilla y después a Cádiz. La falta de medios le llevaron a alistarse en el ejército.

El joven inquieto baenense hubo de superar la resistencia de sus padres para ingresar en la carrera militar, incorporándose al Regimiento de Cantabria el 1 de enero de 1868. Tenía 19 años y poco después marchó a Cuba, donde ascendió en la Guardia Civil. Tras regresar a España, al apaciguarse el primer levantamiento de la isla, Valverde y Perales es nombrado alférez en 1876 por méritos de guerra y al año siguiente, capitán, cerrando el escalafón militar como comandante. Los reconocimientos se le acumularon al futuro historiador, que recibió en 1881 la Cruz de Isabel la Católica y en 1888 la Cruz de San Hermenegildo, entre otras distinciones.

Ya en España, el militar baenense se entregó de lleno a la lectura, la investigación y la escritura. En 1892 estrenó en Toledo su drama Heridas de la honra y en 1900 recopiló Leyendas y tradiciones de Córdoba, Granada y Toledo (Gráficas Cañete la reeditó en 1973 con prólogo de José María Pemán). Al año siguiente sería la villa de Baena quien le reconocería su labor profesional y artística con la rotulación en su honor de la antigua Plaza Vieja o de Abajo.

Rodrigo Amador de los Ríos, en el prólogo de la Historia de la Villa de Baena, hizo hincapié en 1903 en los orígenes humildes de Valverde y Perales al afirmar que había nacido “en modesta y no muy holgada esfera”. Durante su ascenso en el escalafón militar también dedicó su tiempo al estudio de la literatura y la historia. “Aquellos libros, con ansia verdadera devorados por el afán insaciable del joven oficial Valverde, monstráronle horizontes por él nunca vislumbrados, un mundo nuevo y desconocido, cuya conquista ambicionó desde entonces; y Colón de sí propio, a fuerza de prodigiosas energías, supo descubrir en su espíritu secretos no sospechados, tendencias, de que no había tenido asomos nunca; y con el tesoro de cultura acumulado en esta forma, acertó a granjearse concepto lisonjero entre sus jefes, consideración y estima entre sus compañeros los oficiales del ejército, respeto cariñoso entre sus subordinados”, escribirá Rodrigo Amador de los Ríos.

La trayectoria del militar, arqueólogo e historiador baenense fue reconocida en vida, aunque a su muerte alcanzó amplios elogios. Uno de los grandes trabajos de reivindicación lo acometió José María Ocaña Vergara, que presentó en 1976 en la Universidad de Granada su tesis doctoral sobre la obra poética de Valverde y Perales. Ocaña Vergara es uno de los principales investigadores en la figura del historiador baenense. El 12 de mayo de 1971 pronunció su primera conferencia sobre Valverde y Perales, a la que siguieron distintos artículos. En la introducción de su tesis remarcará la importancia del historiador: “Don Francisco Valverde y Perales, ilustre militar, esclarecido poeta y sabio historiador, arqueólogo e investigador, conjuntó los méritos puestos por Cervantes en boca de don Quijote al ensalzar las Armas y las Letras en aquel famoso discurso de la inmortal novela, gloria de la narrativa española y universal”. Ocaña Vergara resaltó su austeridad y sobriedad: “En sus escritos poéticos y científicos, en sus investigaciones arqueológicas, en sus éxitos indiscutibles de los que dan fe las condecoraciones y premios, siempre se destacó por su extrema modestia que seguramente anubló su fama”.

El reconocimiento de Baena, como comentamos anteriormente, le llegó pronto a Valverde y Perales, destacando su capacidad investigadora sobre la historia del municipio. El Pleno municipal del 20 de diciembre de 1901 había tomado el siguiente acuerdo: “Que siendo una obligación moral de los pueblos enaltecer y perpetuar el nombre de sus hijos predilectos, de aquellos que se distinguen por sus virtudes, por su ilustración o por su talento y queriendo hacer justicia a los méritos excepcionales de don Francisco Valverde y Perales, natural de esta villa, pundonoroso militar y correcto escritor, autor de varias obras y que en la actualidad está escribiendo la Historia de Baena, evidenciando su gran patriotismo y el cariño que profesa a su país natal, se varía el nombre de la Plaza Vieja, que en lo sucesivo se denominará Plaza de Francisco Valverde”.

El historiador José Luis Casas, gran conocedor de la historiografía provincial, remarcaba su importancia en 1995 en un artículo publicado en el diario Córdoba: “Valverde y Perales nos mostró el camino para construir una historiografía local diferente a aquella que Domínguez Ortiz califica como “ameno solaz de eruditos sin gran trascendencia ni valor general… (y que) no suelen interesar por su limitada significación más que a los hijos de la localidad respectiva”. Valverde y Perales “mostró el camino para construir una historiografía local diferente” a la simple cronología de acontecimientos, ya que “utilizando documentación muy diversa nos ofrece un análisis histórico muy diferenciado al de la mayoría de obras de la provincia”.

Sus colaboraciones en El Defensor de Baena eran habituales al ir desgranando la historia de la localidad y la biografía de personajes destacados del municipio. En 1901 ya había iniciado sus investigaciones arqueológicas y al año siguiente la Real Academia de la Historia lo nombra miembro correspondiente. En 1903 publicará la Historia de la Villa de Baena, aunque su labor investigadora se verá acentuada a partir de 1904, cuando se retiró del servicio militar y se establece definitivamente en Baena. Entonces, continúa sus excavaciones en el cerro del Minguillar, donde se encontraba la antigua Iponuba.

En 1907 dará a conocer la recopilación de las Antiguas Ordenanzas de la Villa de Baena, otro magno trabajo en el que compila las ordenanzas en vigor durante los siglos XV y XVI. Muy pocos municipios conservan un estudio de este valor en el que se recogen las leyes y ordenamientos dictados bajo el señorío de la Casa de Córdoba en aquellas centurias.

Valverde y Perales recopiló en su libro Leyendas y tradiciones las leyendas de Toledo, Córdoba y Granada, pero también algunas de Baena en las que hace bellas descripciones de la localidad, como la recogida en “La prisión de Boabdil”: “De Córdoba en la frontera/y a Granada ya vecina,/donde la morisca impera,/hay una villa altanera/sobre una fuerte colina. Galas ostenta y primores/de naturaleza y arte…”.
Su única obra de teatro fue Heridas de la Honra, publicada en 1896 en Toledo y que se representó en Baena en 1904 en el Teatro Principal.

Y si importante es su faceta como historiador, no es inferior su trascendencia como arqueólogo. A Valverde y Perales hay que reconocerle su fundamental contribución al reconocimiento del yacimiento arqueológico del cerro del Minguillar, donde se localizaba la ciudad de Iponuba, y en el que encontró destacadas piezas. Esas excavaciones las promovió tras una visita al lugar en diciembre de 1901. Los hallazgos no tardaron en aparecer y el 7 de enero de 1902, acompañado de un labriego baenense, decidió iniciar una excavación en una zona en la que se secaba la siembra al poco de dejar de llover. Un golpe seco de la azada en una piedra provocó que se desprendiera un fragmento de mármol blanco. La retirada cuidadosa de la arena permitió descubrir una estatua de una matrona, a la que le faltaban la cabeza, los brazos y la parte inferior. Muy cerca apareció otra estatua. En esta ocasión era un togado, también sin cabeza ni brazos. La tercera estatua que localizó Valverde y Perales fue una escultura de un niño, con una toga también, y junto a ella una mano con un cetro roto. Valverde y Perales identificó este grupo escultórico como una representación de la pareja imperial Livia y Augusto, junto a su sucesor.

En Valverde y Perales encontramos también la primera persona que reivindicó la importancia del Crismón de Baena al colocarlo en la portadilla de la primera edición de su Historia de la Villa de Baena. El hallazgo del Crismón lo describe Valverde y Perales así: “De otro curioso y reciente descubrimiento, hecho por unos trabajadores en terrenos contiguos a Iscar, vamos a dar noticia a nuestros lectores. Dentro de un antiguo sepulcro hallaron aquellos una cruz de metal fundido, que mide 34 centímetros de alta por 25 centímetros de anchura en los brazos: tiene pendientes de estos el alfa y la omega, primera y última letras del alfabeto griego, anagrama del nombre de Jesucrito, principio y fin de todas las cosas…”. Valverde lo donó en 1902 al Museo Arqueológico. Un nieto de Valverde y Perales, Manuel Cassani, contribuyó, junto a Juan Torrico, a recuperar el crismón de Baena como símbolo de los baenenses. En 1973 encargó en la joyería de Albalá tres crismones de oro. A partir de ese encargo, y con el molde hecho, comenzó a extenderse el interés de los baenenses por esa pieza arqueológica. Juan Torrico Lomeña también impulsaría su importancia al proponer que fuera el símbolo de la Agrupación de Cofradías desde sus inicios en 1977. Después, algunas hermandades asumieron la cruz visigoda y fue adoptada de manera generalizada por la ciudad como símbolo identificativo de lo baenense.

Casi nadie se percató de las escuetas informaciones que sí aparecieron en diarios como El País o Abc en 1993. El robo del crismón parecía ser una leyenda de las que describió Valverde y Perales en 1900. Las ediciones nacionales de los dos periódicos recogían en una columna cómo se había producido el hurto. “Una cruz visigoda, importantísima desde el punto de vista arqueológico aunque de escaso valor económico, fue robada el pasado 6 de julio del Museo Arqueológico Nacional…”, escribía el diario Abc en su edición del 9 de julio. La falta de medidas de seguridad para proteger la pieza que se encontraba en la exposición permanente del museo fueron apuntadas desde el principio. Así, a pesar del tamaño del crismón, 34 centímetros de alto por 26 de ancho, las fuentes consultadas por el diario señalaron que era “relativamente fácil sustraerla, ya que hay gran cantidad de objetos colgados en las paredes y ha podido salir oculta entre unas ropas amplias o envuelta en un jersey o chaqueta”. En el mismo sentido se manifestaba El País el mismo día: “La pieza se exponía sin ningún tipo de protección en un diorama que reproduce un ábside de iglesia visigoda. Al ladrón le bastó con saltar sobre una tarima y coger la cruz (…)”. Este año se cumplen 20 años de la desaparición. En el Museo Arqueológico hay colgada una réplica de la cruz. No se sabe nada del original.

Las excavaciones en el cerro del Minguillar continuaron y los restos siguieron surgiendo. El 15 de septiembre de 1903 apareció una escultura sedente femenina, provista de cornucopia y con la cabeza de Livia. Esta escultura de Livia fue la pieza fundamental de una exposición sobre Roma que se organizó en 2012 en Córdoba y que conserva el Museo Arqueológico de Madrid. Al día siguiente se encontró una escultura acéfala de un joven. Ante la importancia de los descubrimientos se impulsó la Sociedad Arqueológica de Baena, que fue presidida por Valverde y Perales. El 16 de octubre apareció otro togado, partido por la mitad, y un pequeño busto en mármol de una matrona. El historiador baenense inició en diciembre de ese año los trámites para proceder a la venta de las piezas al Museo Arqueológico Nacional. Rodrigo Amador de los Ríos, comisionado del museo, tasó y valoró el conjunto, confirmando el precio solicitado por Valverde y Perales: 40.000 pesetas. Sin embargo, en febrero de 1904, se falseó el informe y se redujo la cifra a 10.000 pesetas, más 1.500 pesetas en gastos de transporte y de instalación. Ese fue el precio final que pagó el museo en 1910 por 265 objetos procedentes del Minguillar. En esta operación figuraban cinco estatuas de personajes togados y dos figuras femeninas sedentes. De no haber sido por el metódico trabajo que se siguió, posiblemente hoy podrían haber desaparecido algunas de las importantes piezas que configuran Iponuba como uno de los grandes yacimientos de la época romana.

Llegamos al fallecimiento de Valverde y Perales. El censo de 1910 dice que en Baena hay 14.730 empadronados, de los que 10.622 no saben leer ni escribir, es decir, el 74% de la población es analfabeta. La tendencia se mantendrá con escasas variaciones hasta los años treinta y sólo al término de la Segunda República se observa un incremento del porcentaje de baenenses que saben leer y escribir.

El año que falleció Valverde y Perales, la antigua villa de Baena se convertirá en ciudad unos días antes de que muriera el historiador. El Ayuntamiento había solicitado al Gobierno su reconocimiento tras acuerdo del 12 de junio de 1913, “por su historia, su antigüedad, su población, que es la ciento once de España, según el censo de 1900, su patriotismo”. Las gestiones pronto dan resultado. El 26 de junio se celebra una sesión ordinaria en la que se comunica la feliz noticia. La Gaceta de Madrid, antecedente del BOE, incluye el real decreto en su página 862: “Queriendo dar una prueba de mi Real aprecio a la Villa de Baena, provincia de Córdoba, por el desarrollo de su agricultura, industria y comercio y su constante adhesión a la Monarquía: vengo en concederle el título de Ciudad. Dado en Palacio a veintidós de junio de mil novecientos trece. Alfonso. El ministro de la Gobernación, Santiago Alba”.

El otro gran acontecimiento para la ciudad en ese verano de 1913 fue la cesión del aljibe del castillo, lo que permitiría a partir de entonces la mejora del suministro de aguas a la población. La sesión del 10 de julio también recoge que ya se había hecho la escritura de traspaso por su propietario, Francisco Peñaranda y Lima. Esta cesión, por la que se aprobó un voto de gracia para dicho señor, permitirá “la traída de aguas de la Fuente de Baena, una vez que ya había depósito bastante para traerla”. Varios años tuvieron que pasar para la traída del agua desde la Fuente de Baena y muchos más para la restauración definitiva del castillo de Baena. La finalización de las obras de conducción de aguas desde la Fuente de Baena se produciría en el verano de 1917.

En esos días se habla en Baena de la celeridad de las obras de la estación de ferrocarril. Baena tendrá estación de ferrocarril tras arduas gestiones, aunque tardaría en inaugurarse, pues la feliz noticia no se produciría hasta cinco años después. Preocupa la baja cosecha de aceituna, es escasa la de habas y cebada y, según indica el corresponsal del Diario de Córdoba, hay un poco más de trigo y se espera una buena campaña de uva.

El acta de defunción del ilustre vecino recoge la causa de la muerte: “En la Villa de Baena a las diez de la mañana de hoy siete de julio de mil novecientos trece, ante D. Rodrigo Cubero Villarreal, juez municipal y D. Antonio Tenorio Vázquez, secretario, compareció Antonio Rabadán Valverde, casado mayor de edad y de esta vecindad domiciliado en la calle Llana, manifestando que don Francisco Valverde Perales ha fallecido en su domicilio Calle Alta el día de hoy a las tres de la mañana a consecuencia de cirrosis hepática, de lo que daba parte en debida forma como sobrino del finado”.

Este año se ha conmemorado el centenario de su fallecimiento y Baena ha de rendir el justo tributo a don Francisco María Valverde y Perales. El Centro de Documentación Juan Alfonso de Baena, con la colaboración del Grupo Amador de los Ríos y otras entidades, ha desarrollado una serie de actos conmemorativos que han reivindicado su figura y obra. Se trataba, como escribió el corresponsal de El Defensor de Córdoba tras fallecer Valverde y Perales, de no olvidarlo: “Hombre de las cualidades del señor Valverde es digno de nuestra estimación y acreedor a que jamás le olvidemos; verdad es que hace algunos años el ilustre Ayuntamiento de esta ciudad acordó como lo hizo poner su nombre a una de las plazas de ésta; verdad es que sus últimos días los ha pasado entre nosotros, querido y respetado por todos, rindiendo así verdadero culto a aquella despejada inteligencia y viva imaginación, que tantos versos compuso, como se leen en sus apuntes históricos, Toledo, Córdoba y Granada, y a aquella bien templada e incansable voluntad, hasta que dio fin a la amplia y bien documentada Historia de Baena; pero es necesario que jamás le olvidemos, y cuando repitamos su nombre sea para alabarlo y bendecirlo. Descanse en paz…”.

De eso se encargó el Ayuntamiento de Baena en 1948, que organizó distintos actos para conmemorar el centenario del nacimiento de Valverde y Perales y se le entregó la medalla de oro. De ese homenaje surgió también la publicación Baena en la historia, de Manuel Rodríguez Zamora, padre de José Javier Rodríguez Alcaide, hoy con nosotros. Rodríguez Zamora ganó una de las dos modalidades del concurso que se celebró con motivo del tal efemérides.
Ese año, entre las escasas publicaciones que se editaban en Baena, si no es la única, se encontraba la revista Baena Fiestas, que también se quiso unir al centenario con unas modestas palabras de Julio Quesada: “Consideramos embarazosa la situación, porque reconocemos nuestra insignificancia y falta de preparación para cantar como se merecen las virtudes que fueron crisol de tan dilecto hijo. Pero no seríamos tampoco justos, si por temor a no quedar bien como escritores, dejáramos pasar la fecha del Centenario, sin dedicar, siquiera sea en nuestro tosco lenguaje, unas palabras de recuerdo a la memoria del que hipotecó su vida en el servicio de la cultura y de la patria (…)”.

La personalidad de Valverde y Perales, forjada en el trabajo y la constancia formativa, se afianzó a medida que pasaban los años. El historiador no tuvo problemas en criticar aquello que veía incoherente con la modernidad del siglo XX en una sociedad, la baenense, demasiado anclada en la tradición. Sus divergencias con algunos miembros de la burguesía y clase alta baenense las trasladó al verso. Valverde y Perales dejó constancia de su amor y defensa de Baena, de las clases humildes y la necesidad de incrementar su formación. En su Historia de la Villa de Baena instó a los obreros a unirse en sociedades para defender sus intereses e incrementar su instrucción. “Tiempo es ya de que los obreros baenenses piensen en mejorar sus condiciones, asociándose para socorrerse en los días adversos, cuando les falta la salud o el trabajo, y para proporcionar a sus familias un pedazo de pan el día en que la muerte las prive de su amparo y de su jornal. Esas sociedades deben tener también por objeto el recreo honesto y la mejora de la instrucción en los obreros, que tan atrasada se encuentra en Baena…”.

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