El 23 de noviembre de 2012, hace ahora casi un año, publicábamos el primer artículo de José Javier Rodríguez Alcaide en esta página digital del Grupo Cultural Amador de los Ríos. Se titulaba “La piedra magrita”. Éste fue el inicio de una serie de bellos textos que recordaban los años infantiles de nuestro paisano en Baena, antes de marcharse su familia a Córdoba, a finales de los años cuarenta del pasado siglo. Son cerca de 40 relatos que ha ordenado en siete capítulos: Desde Puerta Córdoba, Olores del Marbella, San Bartolomé, Recuerdos del alma, El duque y la duquesa, Personajes de mi infancia y Amor revitalizado. Durante el transcurso de este tiempo, el catedrático emérito de la Universidad de Córdoba fue nombrado Hijo Predilecto de Baena el 26 de marzo.
El volumen, titulado “Baena: mi infancia recuperada” y con el subtítulo “Del Marbella al castillo pasando por San Bartolomé”, ha sido editado por el propio Rodríguez Alcaide. Incluimos a continuación el relato que inicia la publicación.
“MI INFANCIA, SORBO A SORBO
Cada uno de los recuerdos de mi infancia en Baena es una nueva creación en la que el recuerdo es mi criatura y yo soy su creador. Mi infancia en Baena, expuesta semanalmente en la página del Grupo Amador de los Ríos, es un caos que eternamente se renueva y en el que cada relato busca su lugar y tiene un papel asignado. Voy y vengo a mi infancia; dejo un recuerdo para volver a otro como esperando el final de esa recreación, pues volver a la infancia es retornar a un mundo en formación. Cuando recreo ese elemento de mi remota memoria me vuelvo a ver a mis ocho o diez años en el aula de mi madre, en la plaza vieja, en el huerto escolar del Juan Alfonso de Baena, en la fiesta de la lechuga, vestido con papel de seda de judío que templa su tambor de caña, en el campanario de San Bartolomé; el olor a horno de leña y a molino de aceite en un barrio austero sin resplandores en el que ningún vecino ni compañero me son efímeros.
Sorprendentemente en mis recuerdos prefiero la dureza de mi infancia y el agradable dejarme arrastrar por aquel torbellino de despreocupación, propio de la niñez. Me decidí a escribir sobre esos recuerdos de infancia, intactos en mi memoria, para librarme de su atracción. Y es que esas rememoraciones no eran cosas gratuitas prestadas por un día sino marcas indelebles en la formación de mi personalidad. Quedó en mi grabado que el pan, el aceite, el azúcar, habían alcanzado sus más elevados precios en tanto que las necesidades de mi casa y las de mis amigos eran mínimas; quedó en mi memoria asentada que el estraperlo luego se denominaría inflación en un mundo sin racionamiento.
Mis amigos de aquella infancia se han desparramado; quizás ellos no conserven de ella sino un vago recuerdo; yo, sin embargo, con diafanidad los vuelvo a encontrar en el cuaderno de mi memoria; estos relatos-recuerdos son considerados por mí como cimientos básicos de mi existencia, pues al rememorarlos me producen un gozo íntimo. De haberlos escrito en un diario probablemente el relato habría sido más seco, ingenuo y rico en matices ante mis ojos.
No ha sido un pesar nostálgico lo que me ha impulsado a recordar sino el placer de elevar estos recuerdos al rango de documento digital y haciendo de cada relato una ficha de mi identidad baenense y también de singularidad. Es un modo de creer en mi existencia y ahora cada vez que lo necesite recurriré al cuaderno digital del Grupo Cultural Amador de los Ríos. Yo, que creo en Dios sin necesidad de pruebas, siento necesidad ahora de estas pruebas para verificar mi infancia. A esta edad de mis 75 años no creo en los sueños presentes y es más fácil creer en los pasados que son los recuerdos que he tratado de fijar para que no se dejen contaminar por otros imaginarios.
Es un modo de proyectar mi alma en mi pasada infancia. Ese cuaderno digital es una sinfonía de apariencias que fueron realidades en las que me plazco. He saboreado mi infancia en Baena poco a poco, a sorbos. Al cerrar este cuaderno distingo mejor el conjunto de mi niñez como danza serena de mis días en Baena. Las páginas de este cuaderno han sido creadas para que acompañen a mis soledades. Adiós, hasta siempre”.