JOSÉ CUBERO GABARDÓN, EL VALOR DE LO PEQUEÑO
Por Marivi Ruiz de Prado
Una selección de obras del siglo XIX de la Colección de arte Unicaja, se muestra en estos días en la Casa de la Provincia de Sevilla. En ella podemos contemplar obras muy destacadas de la producción pictórica del momento como las escenas costumbristas de José Denis o Muñoz Degrain, retratos de la mano de Antonio María Esquivel o los delicados paisajes de Ricardo Verdugo Landi y Emilio Ocón y Rivas.
Como elemento singular se dedica una sala a la escultura de pequeño formato ya que, según comenta Emilia Garrido, responsable de la exposición: «… resulta capital la inclusión en la muestra de los afamados “barros” costumbristas malagueños: figuras elaboradas en barro cocido y posteriormente policromadas que reproducen tipos y escenas populares muy del gusto de la sociedad de la época», esculturas que debemos a manos de varios artistas como Antonio Gutiérrez de León, José Vilches y entre las que destacan, por su número y calidad, las obras del baenense José Cubero Gabardón.
Se nos presentan con especial realce las obras de este artista poco reconocido y del que no queda –que sepamos– rastro alguno de su intensa producción, en su ciudad natal.
José Cubero Gabardón (Baena c. 1818-Málaga, 1877) fue el principal representante de una saga de artistas que se inició con su padre Francisco Manuel Cubero López y que estableció su taller en Málaga en torno al año 1830. Otros miembros de la saga fueron sus hermanos Francisco y Miguel, su hijo –también llamado José Cubero– y sus sobrinos Enrique Cubero Merino y José y Enriqueta Cubero Aranda. Tres generaciones de artistas que mantuvieron activo el taller familiar, sito en el Pasaje de Heredia de la capital malagueña, y que dieron nombre propio a estas pequeñas esculturas en barro policromado convertidas, gracias a su intensa producción, en un preciado objeto de coleccionismo, recuerdo de viaje o souvenir, para las ilustres familias europeas. Figuras que hoy forman parte de prestigiosas colecciones y museos destacando las de la Fundación Unicaja en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Málaga, el Museo del Romanticismo de Madrid, la Fundación Casa de Alba y la Fundación Pinto Coelho, entre otras.
Estas figuras de barro, que representan a tipos populares, majas, caballistas, toreros, bandoleros y escenas costumbristas, supieron aglutinar lo anecdótico y lo peculiar en unas obras de exquisito cuidado tanto en el modelado como en la policromía, con una perfección técnica que llamó la atención de estudiosos, sobre todo extranjeros, y que abundaron en esa imagen romántica de Andalucía que atrajo a los viajeros ilustres como Victor Hugo, Washington Irving, Gustavo Doré o Richard Ford, entre otros.
Imagen creada y recreada, idealizada o escapista de una realidad histórica, pero que dejó obras cuya calidad, como bien dijo Isabella F. Romer (1843) refiriéndose a estas figuras, «las hace merecedoras de una hornacina en los gabinetes de los curiosos, como objetos de arte» .
Pensemos, pues, en valorar la figura de este baenense cuya obra no estaba destinada a los grandes museos ni a escribir las mejores páginas de la Historia del Arte pero que nos brinda la ocasión, nada desdeñable por cierto, de cultivar y apreciar el valor de lo menor: ese gran tesoro que encierra lo pequeño.
FICHA DE LA EXPOSICIÓN
«El siglo XIX en la colección de Arte de Unicaja»
Casa de la Provincia. Plaza del Triunfo, 1. Sevilla
Hasta el 16 de noviembre
De martes a domingo de 10:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00 h.