Por José Javier Rodríguez Alcaide (*)
«A 17 kilómetros de Baena, dominando la carretera que conduce a Bujalance, se encuentran unas ruinas llamadas Piedras de Gilica, que son los restos de un fuerte avanzado de la colonia inmune de Ituci, que llegaba hasta un kilómetro más al norte y cuyo lugar se conoce hoy con el nombre de Torres de las Vírgenes».
Acoto estas líneas de la obra de Manuel Rodríguez Zamora, mi padre, titulada «Baena en la Historia», impresa en 1949 e ilustrada por Cassani, Torres, Gutiérrez y Ávila y estructurada como lecturas escolares. Estas líneas entresacadas del capítulo tercero «Roma en los confines de Baena» han sido leídas y releídas por mi desde aquella su primera lectura cuando yo estudiaba bachillerato en el colegio de los jesuitas en la calle Mesones. Siempre me impresionó la Torre de las Vírgenes. Ahora, mucho más, al dejar al descubierto unas termas bajo sus muros.
En mi niñez jamás mi imaginario me condujo a la que hoy es Torreparedones y, aún menos, a la serenidad de un baño romano circular bajo aquellos torreones, adjudicado a Marco CALPURNIO. Hoy empiezo a soñar en la obra hidráulica que pudo conducir el agua a tan elevado promontorio.
He vuelto a aquella infantil lectura en la reimpresión que de aquel texto escolar se hizo en 1997 por el Centro Ocupacional Emilia Gieb, de Baena y en Aprosub con la ayuda financiera de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de mi pueblo. Conservo un ejemplar dedicado por el autor que es un claro mandato de darlo a leer a sus nietos.
La terma se esconde fría y desnuda, arrugada, bajo lo que queda, remozado, de aquellos excelsos muros. La terma, hoy, es aderezo lapidario y oculto de aquellas caducas soberbias de sus desaparecidas almenas, que la garra colérica del tiempo ha ido, poco a poco, derrumbando.
Hermosa oculta terma, nada ruin ni turbia, recuerdo del esplendor de Ituci Virtus Julia, que ha estado cubierta por el cortinaje de olivos con sus verduras y que antes fuera arcano bosque de penumbras.
¡Oh Terma! ¿De qué fuente y de qué nieve te llegaba el agua que invitaba al goce en la tórrida noche del verano de Baena?
La terma de Marco Calpurnio ya no es concavidad tenebrosa, ni cueva o gruta, ni espelunca.
(*) Hijo predilecto de Baena