«Los niños que vayan al refugio, caen bombas… al refugio… Los niños…». Fernando Vázquez Ocaña estaba delirando. Eran sus últimos minutos. Una de sus nietas, Josefina Fernández Vázquez, lo recordó la semana pasada en Baena. Tal día como hoy de hace 50 años fallecía en México DF el periodista baenense, el amigo de Juan Negrín, el biógrafo de Federico García Lorca. Esas últimas palabras parecían rememorar un artículo publicado en La Vanguardia en 1938: «Un día futuro, camaradas, se agruparán bajo los árboles los niños de una escuela. Y el maestro les hablará de nuestra guerra, de nuestra lucha por la libertad. Se pronunciará como otras veces y en otras escuelas el nombre legendario de Sagunto. Y no se hablará de soldados y capitanes, sino de obreros metalúrgicos. Vuestras sombras, camaradas, llorarán de alegría cuando oigáis la canción risueña de los niños: Ya vienen los aviones/¡bomba va!/Ya vienen los aviones…/¡Y espantan los mosquitos/¡bomba va!/Y espantan los mosquitos…». Él mismo lo sufrió en los bombardeos de Barcelona. Vázquez Ocaña era ya portavoz del Gobierno de Juan Negrín. Pocos meses antes tuvo que enviar a sus ocho hijos con familias belgas, tras fallecer su mujer con 37 años. El 26 de enero de 1939 abandonó la Ciudad Condal y se dirigió, con el resto del Gobierno, al castillo de Figueras. Esa marcha la relató en un libro (Pasión y muerte de la Segunda República española): «El último capítulo es triste (…). Los caminos y carreteras quedaron sembrados de pobres cadáveres, de vehículos rotos, de bagajes indescriptibles». Todo había acabado ya. Comenzaba una lucha por la supervivencia, la de miles de exiliados que huyeron de España, con el temor de ser apresados por los nazis y ser enviados a campos de concentración o de exterminio o ser devueltos a la España franquista. Entre estos miles de exiliados estaba Antonio Machado, con el que se relacionó Vázquez Ocaña. Cuando el periodista cordobés dirigía La Vanguardia volvió a escribir el poeta sevillano en el diario.
Las dificultades en el exilio aparecieron cuando se extinguieron sus ahorros. En México comenzó a escribir textos en los que analizaba la situación de España tras la guerra civil o la división de los socialistas. Sin embargo, pronto abandonó la primera línea política y trató de buscar otros caminos en los que pudiera alimentar a su familia. Solo tenía su Remington y una capacidad incansable de trabajo. Primero fue colaborando con la editorial Grijalbo y después recibió el apoyo de su amigo cordobés Máximo Muñoz, con el que acompañó a Federico García Lorca en 1935 en su visita a Córdoba. Ese viaje lo recogió en su libro García Lorca. Vida, cántico y muerte, que publicó en 1957, se reeditó en 1962 y publicará por primera vez en España el Grupo Amador de los Ríos.
La amistad con el expresidente del Consejo de Ministros le llevó a convertirse en uno de los primeros críticos en México del socialista Indalecio Prieto. Vázquez Ocaña le contará a Negrín en una carta que fue «la primera voz» entre escritores y políticos que cuestionaron la actuación de Indalecio Prieto. La amistad entre Vázquez Ocaña y Negrín se mantuvo hasta el fallecimiento del científico canario. Cuando el expresidente tenía la oportunidad de visitar México siempre se acercaba al domicilio del periodista baenense.
En sus conferencias, en sus poemas, en sus artículos y cartas a sus hijos, Fernando Vázquez Ocaña mantendrá un recuerdo permanente de la patria. Su poema Canto a España es un ejemplo para conocer el sentimiento de desgarro de Vázquez Ocaña en el exilio. El recuerdo de la España que perdió su libertad, la ruptura con la cultura y la imposición del miedo. «Te miro, España mía, desde esta tierna playa/en que abrieron tus quillas un nido de naciones/y sumo mi cabeza en el glauco mensaje/para absorber las sales que tu sangre me envía/y tus lágrimas (…)/¡Qué sola te han dejado, España, pobre madre!/Tirada en el camino/que retiene el clamor de los libertadores». En Fernando Vázquez Ocaña descubrimos a uno de los grandes intelectuales cordobeses del siglo XX y a uno de los principales periodistas andaluces de la primera mitad de la pasada centuria. A una persona que fue fiel a la República.
El periodista cordobés falleció a las 7.30 del 29 de septiembre de 1966, a la edad de 68 años, y fue enterrado el día 30 en el Panteón Español. Hoy, sus restos acompañan a los de otros muchos exiliados republicanos en México DF, donde yacen muchas ilusiones frustradas por el golpe militar, donde se encontrará siempre el espíritu de libertad de quienes pudieron huir de la dictadura por soñar una España en democracia y no perecieron por la sinrazón del franquismo.
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