¿POR QUÉ ES DIFERENTE LA SEMANA SANTA DE BAENA? (I)

Texto y Foto: FRANCISCO EXPÓSITO

Partamos de sus valores reconocidos por la Administración central antes de definir sus peculiaridades. La Semana Santa de Baena fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional por una orden del 18 de octubre de 2001 publicada en el BOE el 15 de diciembre de ese año. La celebración es una de las más peculiares de Andalucía y ahora aspira a su reconocimiento internacional, para lo que une tradiciones únicas que se remontan a los inicios del movimiento cofrade cordobés posteriores al Concilio de Trento, con otras peculiaridades que sólo se pueden descubrir en Baena.

Los siete días más intensos de la antigua villa son precedidos por numerosos actos protocolarios y la celebración de sus peculiares misereres desde el Miércoles de Ceniza. Todos los viernes de Cuaresma se celebran misereres en los que desfilan los judíos y a los que se irán uniendo otras hermandades a medida que se aproxima la Semana Santa. La variedad, al margen de la presencia de varios miles de judíos (colinegros y coliblancos) y el fervor hacia la imagen de Jesús Nazareno, es la otra gran característica que distingue a la Semana Santa baenense. Hermandades de vela, de capirote y de gorro de petaca, peculiaridades como los trajecillos blancos o idiosincrasias como los sayones dan el colorido a los desfiles procesionales. Las escenificaciones de diversos fragmentos bíblicos añaden personalidad a las procesiones.

La importancia histórica de Baena, con destacados mecenas del arte religioso, ha quedado también reflejada en la Semana Santa. Durante los recorridos procesionales desfilan valiosas imágenes pertenecientes a la escuela granadina y sevillana de los siglos XVII y XVIII. La presencia del arte de Pablo de Rojas, Pedro de Mena o José de Mora se identifica en algunas de las tallas procesionales, aunque, como sucede en otras ciudades, uno de los grandes problemas o carencias del arte cofrade se encuentra en la certificación de las atribuciones, cuestión difícil de solventar, por lo que en la mayoría de las ocasiones sólo es posible acercar su procedencia a determinada escuela o taller. Junto a las imágenes del Cristo de los Azotes y el Ecce Homo, atribuidos a José de Mora, una de las imágenes más valiosas es la del Cristo de la Sangre, declarado bien de interés cultural por la Junta de Andalucía, y que se vincula a Pablo de Rojas. La imagen más antigua es la del Santísimo Cristo del Perdón, de finales del siglo XV. Una treintena de imágenes, a hombros de sus hermanos, procesionan por las calles de Baena.

EL JUDÍO, FIGURA PECULIAR
El paso de las décadas ha convertido al judío en la exaltación del pueblo que representa, el israelita, en la Semana Santa de Baena. A pesar de que en su origen, como en el resto de los pueblos semanasanteros de España, este personaje surgido con la nueva Semana Santa propugnada por el Concilio de Trento llegaba a convertirse en una burla de los judíos que habían propiciado la muerte de Jesucristo, en Baena, municipio donde convivieron en equilibrio las tres culturas hasta el siglo XV y en el que residían muchos representantes de este pueblo hasta la expulsión dictada por los Reyes Católicos, la huella de su influencia ha quedado reflejada en ilustres como Juan Alfonso de Baena, primer autor de una antología de la poesía española hace ya cinco siglos, o Amador de los Ríos, uno de los primeros cristianos que revisaron en el siglo XIX el pasado judío de España.

En la Semana Santa se ha transformado el judío en la exaltación de un pueblo que abandera este personaje como el principal de la representación de la Cuaresma en los desfiles por las calles de Baena. Los varios miles de judíos que rompen el silencio del día y la noche durante la Semana Santa configuran esta celebración religioso-cultural como una de las más peculiares de España. Los tambores de Baena, como los de Hellín, Calanda, Moratalla o Alcora, irradian sus sonidos desde hace décadas, pero si a esto se une el singular vestuario del judío, con bellos crines de caballo que se desploman desde cascos militares coronados por multicolores plumas, la constitución del judío hay que considerarla como una figura fundamental de la historia de la tradición y las costumbres españolas.

El arraigo y la difusión alcanzada por el judío como elemento fundamental define el periodo cuaresmal. Su historia primitiva se remonta al siglo XVII-XVIII cuando se convertía en una sátira del pueblo judío y vestía coloridas túnicas y carátula de cartón. Sin embargo, el judío actual apareció en el siglo XIX, cuando comenzó a desfilar con lanzas, rosarios e incluso paraguas. Hasta el siglo XX no se generalizó el tambor entre los baenenses. La división de las colas, negra y blanca, eterno misterio, se estima que se pudo producir definitivamente en los años veinte de esta centuria, cuando se consolidó la figura del judío en la Semana Santa.

Pero si algo distingue al judío, además de su indumentaria, es el paradójico contraste que de manera simbiótica confluye en este personaje, desde la disciplina y el respeto estricto al protocolo, a la anarquía y el desorden. Todo es uno en el judío, y sin la rigidez de su actuación no se podría comprender la flexibilidad de sus formas.

(CONTINUARÁ)

SS de Baena

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