Valverde y Perales había nacido en una casa de la Plaza Vieja el 1 de octubre de 1848 y falleció el 7 de julio de 1913 tras una amplia trayectoria como militar, arqueólogo e historiador. Al día siguiente de su fallecimiento, las crónicas de los periódicos provinciales, pero también algunas destacadas publicaciones de ámbito nacional, recogían su desaparición e incluían elogiosas semblanzas. Como escribió el corresponsal del periódico El Defensor de Córdoba, se trataba de una persona de enormes cualidades:
“Hombre de las cualidades del señor Valverde es digno de nuestra estimación y acreedor a que jamás le olvidemos; verdad es que hace algunos años el ilustre Ayuntamiento de esta ciudad acordó como lo hizo poner su nombre a una de las plazas de ésta; verdad es que sus últimos días los ha pasado entre nosotros, querido y respetado por todos, rindiendo así verdadero culto a aquella despejada inteligencia y viva imaginación, que tantos versos compuso, como se leen en sus apuntes históricos, Toledo, Córdoba y Granada, y a aquella bien templada e incansable voluntad, hasta que dio fin a la amplia y bien documentada Historia de Baena; pero es necesario que jamás le olvidemos, y cuando repitamos su nombre sea para alabarlo y bendecirlo. Descanse en paz…”.
ORIGEN HUMILDE
Rodrigo Amador de los Ríos, en el prólogo de la Historia de la Villa de Baena, hizo hincapié en 1903 en los orígenes humildes de Valverde y Perales al afirmar que había nacido “en modesta y no muy holgada esfera”. Durante su ascenso en el escalafón militar también dedicó su tiempo al estudio de la literatura y la historia. “Aquellos libros, con ansia verdadera devorados por el afán insaciable del joven oficial Valverde, monstráronle horizontes por él nunca vislumbrados, un mundo nuevo y desconocido, cuya conquista ambicionó desde entonces; y Colón de sí propio, a fuerza de prodigiosas energías, supo descubrir en su espíritu secretos no sospechados, tendencias, de que no había tenido asomos nunca; y con el tesoro de cultura acumulado en esta forma, acertó a granjearse concepto lisonjero entre sus jefes, consideración y estima entre sus compañeros los oficiales del ejército, respeto cariñoso entre sus subordinados”, escribirá Rodrigo Amador de los Ríos. Del “oscuro soldado”, como contará el hijo de José Amador de los Ríos, “empuñando valeroso el fusil peleaba denodado por la integridad nacional en las maniguas, surgió el oficial entendido y pundonoroso, y con él, después, el hombre laborioso y razonador, el poeta sentido y culto de nuestra edad legendaria y caballeresca, y por último, el escritor estudioso y concienzudo, a quien la Real Academia de la Historia, en 1902, premiaba por voto unánime los aciertos de su disquisición acerca de la Batalla de Munda, estudiada tantas veces, inscribiendo espontáneamente el nombre de Valverde en la lista de sus correspondientes”.
(CONTINUARÁ)
NOTA: La imagen de Livia fue descubierta por Valverde y Perales en 1903 en las excavaciones de Iponuba.