El gran trasiego de los últimos meses se ha paralizado en los olivares. De vez en cuando es posible encontrar algún responsable de las labores agrarias de las fincas, solo o acompañado de un trabajador, eliminando las malas hierbas, abundantes tras las copiosas lluvias del pasado invierno. La actividad en los molinos es escasa, exprimida la aceituna hace tiempo. Se acomete alguna reparación o limpieza. La cosecha fue de las más reducidas de la última década, lo que ocasionó una fuerte disminución del empleo, sustento para miles de trabajadores en la denominación de origen de Baena. Tampoco los precios están como esperaban las almazaras del principal distintivo español, pues las tensiones entre oferta y demanda reaparecen periódicamente. El nombre del aceite Baena, cuyo consejo regulador comenzó su andadura hace más de tres décadas, aporta un diferencial que contribuye a mejorar las cotizaciones frente a otras zonas. Hoy son 7.960 oleicultores en la zona y la superficie amparada se extiende sobre 60.000 hectáreas, con lo que se convierte en la tercera denominación más extensa de España al proteger el olivar de Baena, Nueva Carteya, Zuheros, Doña Mencía, Luque, Castro del Río y Cabra. Los últimos datos publicados por el Ministerio de Agricultura posicionan a Baena como el marco más importante de España en producción de virgen extra amparado con datos de la campaña 2010/2011 y la segunda, tras la catalana Garrigues, en volumen de envasado.
Su situación privilegiada entre las mejores comarcas de calidad volvió a consolidarse en la cosecha 2011/2012, cuando alcanzó su máximo histórico de aceite de oliva. Sus 19 industrias inscritas produjeron 57.184 toneladas de virgen extra, que alcanzaron en el mercado un valor de 120 millones a un precio medio de 2,10 euros por kilogramo. Esta cotización mejoró hasta los 2,79 euros en el envasado, pese a que en España el valor se mantuvo durante gran parte de la campaña por debajo de los dos euros por kilo en el virgen extra. Durante la campaña 2011/2012 el aceite envasado por las almazaras inscritas en la denominación de origen ascendió a 3.680 toneladas, una cifra ligeramente inferior a las 3.721 del ejercicio anterior. El principal destino de la calidad sigue siendo el mercado nacional, que acaparó 2.400 toneladas, seguido de los países de la Unión Europea (700) y del resto del mundo (580).
Para consolidarse como la denominación de origen con mayor peso en el panorama andaluz y nacional, Baena ha seguido una larga trayectoria que se ha sustentado en decisiones que han acentuado la calidad en los niveles más elevados, pero también que le han llevado a duplicar su superficie con las incorporaciones de los dos últimos municipios (Castro y Cabra) en 2000 y 2003. Resulta curioso recordar, ahora que las dudas envuelven el futuro del sector tras la reforma de la Política Agraria Común (PAC), que otra incertidumbre europea también estuvo en los inicios del movimiento impulsor de la denominación de Baena. En aquellas fechas, allá por los años setenta, los olivareros de Baena se movilizaron ante los temores que generaba el inicio de las negociaciones para la incorporación de España a la Comunidad Europea. Entonces no se hablaba aún de envasar el aceite en botellas de vidrio o latas de 5 litros, sino que la mayoría se vendía en grandes barricas de 25 o 50 litros o a granel a empresas como Carbonell, que adquiría en la comarca una parte importante del aceite que luego envasaba con su reconocida marca. El baenense José Javier Rodríguez Alcaide ocupaba entonces el cargo de secretario general técnico del Ministerio de Agricultura. Rodríguez Alcaide fue decisivo en esos momentos iniciales para el reconocimiento de la denominación.
El proyecto de Baena trataba de unir la calidad del aceite con la promoción para conseguir que el valor añadido del producto se quedara en la zona. Un objetivo sencillo, pero no fácil, para lo que había que aprovechar las puertas que abría ser reconocidos como denominación de origen. Si a finales de los sesenta y principios de los setenta ya se había intentado, quedando el proyecto olvidado, en 1978 ya existía un movimiento asociativo que no tendría freno. En esos meses se celebraron multitud de reuniones en las que se explicaron los requisitos, las exigencias de calidad y control de todos los procesos productivos. Las cámaras agrarias, los ayuntamientos y las hermandades de labradores y ganaderos respaldaron unánimemente la iniciativa. En esos debates había que decidir también el marco de producción. Junto a Baena, Zuheros, Luque, Doña Mencía y Nueva Carteya se unieron desde el principio, mientras que Castro del Río y Priego se incorporarían después al proceso, aunque ninguno de los dos municipios entraron. En Castro se quiso incluir la zona de La Mata, aunque al final no existió acuerdo entre los productores por la dificultad que entrañaba diferenciar la aceituna de un olivar de este paraje de Castro de otro del mismo municipio y por la influencia que tenía la empresa Carbonell. Las divergencias por el nombre con el que se conocería la futura denominación separó a Priego del proyecto, que años después impulsó su propia zona de calidad. El largo trabajo de movilización y concienciación de los olivareros se vería reconocido finalmente en marzo de 1981. El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó una orden del Ministerio de Agricultura en la que se concedía una declaración provisional. Entonces se eligieron a los representantes del consejo regulador. El primer presidente fue Julio Berbel, entonces delegado provincial de Agricultura. Después siguieron Cristóbal Lovera, Agustín López Ontiveros y Francisco Núñez de Prado.
Pero quedaba aún mucho por andar. Había que elaborar el reglamento del consejo regulador y era necesario crear una envasadora para comercializar los aceites amparados. En 1982 se constituyó Aceites de Oliva Vírgenes de Baena (Abasa) como envasadora de la denominación de origen. Integrada por las cooperativas y el resto de industriales de la zona, eligió como primer presidente a José Javier Rodríguez Alcaide. Abasa situó los aceites de la comarca cordobesa entre los más reconocidos. La Casa Real era una habitual consumidora de sus vírgenes extra, que llegaron a los mejores establecimientos de todo el país.
Sin embargo, su brillante andadura se vio truncada por la competencia que surgió con el registro de nuevas envasadoras y la pérdida de confianza de los accionistas. Eso provocó a finales de 2000 la entrada de la familia Coricelli en Abasa, que alquiló sus instalaciones y, posteriormente, adquirió las acciones. El 26 de octubre de 1987 fue aprobado definitivamente el reglamento. En 1988 se creó el panel de catadores y emprendió acciones promocionales dirigidas a periodistas y críticos gastronómicos que conocieron la diferencialidad del producto elaborado en la comarca. El consejo adoptó la estructura y los procedimientos de los organismos de certificación establecidos por la UE, implantando la norma de calidad EN-45011. El aceite de la zona era ya conocido como uno de los mejores del mundo entre los críticos. Carbonell recurría a los judíos de Baena para anunciar su mejor zumo de la aceituna. Incluso, una de las campañas de promoción llevó el aceite de Baena al museo Thyssen en octubre de 2000. Allí se entregaron los premios de la bienal de pintura convocada por la denominación. En diciembre de 2000 se produjo la entrada de Castro y en diciembre de 2003 la de Cabra. La nueva sede, en la antigua Casa del Monte de Baena, se inauguró en 2004. Hoy, Baena es reconocida en todo el mundo por la calidad de sus vírgenes extra tras un trabajo encomiable de su consejo regulador y la preocupación de sus agricultores e industrias por seguir creciendo para consolidarse en lo más alto de las denominaciones españolas. Eso, sin embargo, no oculta retos pendientes en el sector productor como alcanzar la dimensión adecuada para competir en un mercado que exige cada vez más tamaño.