por José Javier Rodríguez Alcaide
Pasea con dignidad el Rey David con su lira. Como realeza va coronado de oro, camina con majestad portando la cítara en su brazo izquierdo. Lleva barba zaina en punta de lanza para domeñar a sus esclavos. Viste túnica de pana de color marengo, ribeteada de oro y se cubre con manto azul, sobre corpiño rojo. De joven sabía tocar la lira, lo que le permitió hacer amistad con el rey Saúl, porque cuando a Saúl «el espíritu de Dios le asaltaba, David tomaba la lira y la tocaba. Saúl, tras el canto, encontraba bienestar y calma y el espíritu maligno de él se apartaba».
Hoy, David tañería no lira ni cítara sino laúd o guitarra. El rey David desfila por Baena en Semana Santa como si mi pueblo fuera un lugar sin latitud por el que atraviesa Mesones y Llana sin pausa. David no es conjetura sino realidad desprendida del primer libro de Samuel su protector aunque no jerarca.
Yo supe, de niño, del que fuera rey David por su hazaña contra Goliat, de seis codos y un palmo de estatura, con un yelmo en la cabeza y coraza de escamas de cinco mil siclos de bronce, dotado de jabalina y de una lanza que era como enjullos de tejedor. David para el combate solo tenía cayado y cinco cantos lisos que los puso en el zurrón y una onda de pastor como única arma. El combate se libró favorable a David quien sacó del morral una piedra y con la onda al gigante hirió , quedando el canto de piedra clavado en su frente;tumbado en tierra con la espada de Goliat David al gigante la cabeza le cortó. Ante Saúl David se identificó como vencedor de los filisteos y se presentó como hijo de Jesé, nacido en Efreta, hoy Belén.
Para mí es sorpresa ver a David con la lira y no con las armas de Goliat que colocó en su tienda de vencedor tras llevar la cabeza de Goliat a Jerusalén. «Las mujeres cantaban y danzaban en honor de David al son de adufes (panderos) y triángulos». El Canto de las mujeres molestó mucho a Saúl porque decía así: «Saúl mató a sus millares y David sus miríadas».
Por la envidia de Saúl a David el triunfo contra Goliat le duró bastante poco; se prolongó hasta que los tambores dejaron solos a los filisteos muertos. David escarmentado de su victoria se tuvo que refugiar en la cueva del eremita Samuel. Mal lo pasó hasta que murió Saúl de quien heredó díadema para su cabeza y brazalete para el brazo, símbolos de realeza. A la muerte de Saúl David con su lira entonó larga elegía en una de cuyas estrofas se canta:
» Hijas de Israel por Saúl llorar,
que de lino se vestía y carmesí,
que prendió joyas de oro
de vuestros vestidos»