NUEVO BOLETIN DEL GRUPO AMADOR DE LOS RIOS
Por Carmen Menchero de los Ríos (*)
Quienes hemos superado la primera mitad de nuestra existencia asistimos a la inauguración de las luces navideñas sobrecogidos por el recuerdo de quienes ya nos dejaron y el inevitable balance del año que se nos va. El azar es caprichoso, pero hay ocasiones en las que parece orquestar un sutil entramado de casualidades que nos empujan a descubrir hechos de nuestra biografía que nosotros mismos ignoramos.
Con la referencia de gentes y sucesos recogidos en la novela de Paulina Trujillo “Los latidos del tambor” y algunos textos manuscritos firmados por mi abuelo, Antonio de los Ríos Urbano, este verano pude por fin conocer aquellos interminables olivares de Baena que él añoró hasta su muerte y tuve ocasión de perderme por las calles que tantas veces transitó, en busca de una familia con quien esta Asociación tuvo la amabilidad de ponerme en contacto.
Arropada por su afecto, pese a que nos separan varias generaciones, recorrí el pueblo a la sombra de casas encaladas y monumentos que habían sido mudos testigos de hechos que nunca deben repetirse. Buscaba el recuerdo de D. Antonio, aquel periodista tan elogiado por la prensa de la época, que tras engrosar las filas del partido socialista ocupó el puesto de primer y último alcalde republicano de Baena, terminando por abandonar la localidad tras dimitir de su cargo en los primeros días de julio de 1936.
De su puño y letra había palpado el fracaso de un sueño ahogado en la sinrazón de la violencia y su decepción plasmada en textos inéditos, como no podía ser de otra forma, escritos durante un largo destierro en los años grises de la dictadura, apartado para siempre de su profesión de periodista. Palabras amargas que no parecen escritas por el hombre que años antes declaraba con firmeza “hemos venido al Ayuntamiento a administrar, no a hacer política”, al tiempo que sus coetáneos celebraban su regreso al consistorio en 1936 describiéndolo como “periodista prestigioso por el estilo de su pluma, inteligente y comprensivo con una atención férvida para los humildes y un gran respeto para todos, su silueta es popularísima en Baena y la comarca”.
También por aquella época los medios se hacían eco de noticias de actualidad en estos días, relacionadas con corruptelas y escándalos que le llevaron a desenvainar su prosa para defender en la prensa su gestión al frente del Ayuntamiento, de cuyo balance formaron parte en aquel primer mandato el arreglo de calles y caminos vecinales, amén de los esfuerzos por paliar la lacra del paro y el analfabetismo e impulsar la acción de la Beneficencia municipal y la Casa de Socorro. Junto a ello, no olvidó mencionar logros de los que se sentía especialmente orgulloso como fueron la creación de la Gota de Leche (de la que recuerdo que me habló mi madre en alguna ocasión), además de la biblioteca municipal y la institución de becas para estudiantes.
En aquella visita a Baena, sentada frente al nuevo Ayuntamiento, pude imaginarle cruzando la plaza pausadamente, preocupado por esos proyectos cuya viabilidad dependía de un escueto presupuesto municipal, pero vitales para articular las bases de un futuro más halagüeño para sus convecinos. Sin embargo, en menos de un lustro, aquel escenario se vio cubierto por una orgía de sangre inocente que confluyó en un reguero macabro con la derramada en el Convento de San Francisco. Ideales truncados y vidas rotas, un saldo de silencio que cubrió con el manto del olvido todo avance, todo progreso, reducido a partir de entonces a un burdo esperpento, desfigurado durante generaciones por el espejismo de un orden impuesto por la autoridad y la paz helada de los cementerios.
Lamento no haber heredado la pluma de Antonio de los Ríos para reivindicar, al filo de los 80 años de aquella catástrofe, el tesón de tantos que, como él, se vieron desbordados por el odio y la violencia, biografías atrapadas en un entramado de afectos y convicciones, donde la esfera pública y privada se confundió en la niebla de la sinrazón. Amordazada la palabra, aún esperan turno para hacer oír su voz, al compás de una recuperación de la memoria histórica que no será completa sin su testimonio:
“Persecuciones, vejámenes, incomprensiones, desengaños son frutos mortificantes que suelen cosechar los hombres de ideales”.
Para el año que entra, el esfuerzo por comprender ideas “blancas o negras” que “acertada o equivocadamente propugnan todas por la consecución de algo que cada cual presupone como panacea sublime” parece un propósito, aún hoy, necesario y de plena actualidad.
(*) Carmen Menchero de los Ríos es nieta de Antonio de los Ríos Urbano.
He quedado subyugado por las letras de mi querida Carmen
Desconocía los genes heredados
Me ha encantado tu escrito
En el mensaje y en la forma
En tu prosa clara y brillante
Me enorgullece tenerte como cuñada
Empezare a leerte a ti y a Nacho
Leeros con más asiduidad
Seguro que me resultara formativo y grato
No se como ni de donde sacáis el tiempo
Robando horas al sueño con los hijos tan pequeños y que exigen tanta dedicación
He leído con atención este escrito, me ha evocado claramente situaciones que estamos viviendo en este momento. Me ha llamado la atención que Antonio de los Ríos decía que venía al ayuntamiento a administrar no a hacer política. ¿No es política usar los pocos dineros en arreglar los caminos, estimular a los parados o abrir bibliotecas? . La palabra política está agonizando, pero esto viene de lejos según parece. Creo que es urgente que las personas seamos capaces de distinguir a la buena gente de los malos. No todos somos iguales.