La poesía, el relato, la pintura. Lo importante no son los nombres, sino las inquietudes, el descubrimiento de las figuras retóricas y un lenguaje enriquecido con la observación y una especial capacidad para captar lo cotidiano como algo extraordinario. El arte no entiende de nombres, pero sí de inquietudes, sentimientos y riqueza idiomática o plasticidad y destreza natural con el pincel,pero también con la cámara de fotos. El tiempo y las horas se convierten en la columna del cuerpo creativo, en el momento para ahondar en las raíces del concepto y trasladar esa sensibilidad a la cuartilla (hoy pantalla). Lorenzo Ruiz jugó toda su vida con el tiempo, tenía la capacidad de retrasar y adelantar el reloj a su merced, también de solucionar la ruptura de la línea que se había interrumpido.
Quizás, esa línea temporal se detenía cada vez que se sentaba a escribir, cuando quería transmitirnos una inquietud surgida de una sensibilidad natural, que se puede pulir, pero que solo tiene la frescura de la diferencialidad en quien es capaz de captar la llamada de la tierra, de la naturaleza, de lo humano.
El Grupo Cultural Amador de los Ríos recupera hoy la figura de Lorenzo Ruiz Serrano, el poeta-relojero, como lo hemos llamado, el poeta del Viernes Santo y del judío, el socarrón de las coplas de carnaval, el compositor de letrillas del olivar o el ensayista del aforismo.
Muchas gracias a todos los que hoy nos habéis acompañado. A Rafael Ruiz, por su magnífica semblanza, a Francisco Ruiz, hermano de Lorenzo, a la Agrupación de Cofradías y a la familia de Lorenzo Ruiz. Y, cómo no, a Marivi Ruiz de Prado y Juan Carlos López por el diseño del cuaderno.