Viajo, todavía alegre, al ocaso de mi mismo
al gozo de mi infancia con sus juegos alegres,
con su jubileo en verano.
Canta el Marbella a mi paso por su azuda,
disfrazado de verdad inmaculada.
Es viaje al límite inicial de mi vida
y lo hago con la obediencia de niño educado,
respirando el aire de la peña de san Marcos
donde el pájaro del aire anida.
No hubo orfandad en mi niñez a la que viajo.
Solo voz materna hubo y mi escritura
sobre pizarra por la tiza blanqueada.
No hubo dolor en mi infancia
sino muchas sílabas de juegos y alabanzas
que mi memoria graba.
Lo que en Baena fui mucho me agrada.
Ayudó a mi camino en esta vida cuyo ocaso
silenciosamente se aproxima.
José Javier Rodríguez Alcaide
Catedrático Emérito de la Universidad de Córdoba
23 de Enero de 2017